En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

miércoles, 26 de abril de 2017

Cosas buenas :)

Resultado de imagen para soplando un diente de leonEntre un trabajo y otro, me he puesto a releer algunos textos de este blog. He encontrado que no hay muchos post positivos. Así que hoy, a pesar de que tengo mucho trabajo, le debo muchas horas a Morfeo y acabo de comer un triple que creo que me ha caído mal, siento que tengo muchas cosas que agradecer: tener una tonelada de trabajo, haber podido comprar un triple, tener una computadora con qué trabajar, tener alguien a quien amar, tener muchos que den amor, haber leído poemas hermosos que puedo recordar de memoria para que me levanten el ánimo, tener a un amigo que me recuerda los poemas que olvido, tener una familia numerosa y divertida, llevarme muy bien con mi hermano, creer en Dios y poder hablarle, poder escribir (que es como poder hablar, como poder hacer terapia cuando quiera y sin pagarle a nadie)... En medio de todo, tengo muchas cosas buenas. Es bueno poder escribirlo aquí para no olvidarlo y que pueda tenerlo presente cuando una tarde me siente a leer de nuevo post de este blog.

lunes, 24 de abril de 2017

El mouse que me trajo mi esposo

Un día mi esposo me vio trabajando y me dijo que no podía trabajar así, que necesitaba un mouse. Yo soy buena pobre... Un día me compré una laptop solo porque la necesitaba para un trabajo. Tenía mi PC de escritorio y con eso me bastaba. Y me compré la laptop con la mejor memoria, la mejor resolución de video y que tuviera lectora y todo lo que fuera tecnológicamente posible. No porque yo lo sea, sino porque sabía que no la cambiaría hasta su muerte. Y nunca consideré comprar un mouse porque me acostumbré rápidamente a usar el panel que tiene incorporado la máquina.
Sin embargo, ese día él me dijo que necesitaba un mouse. "Te compraré uno de Kitty", mencionó. Al día siguiente apareció con uno que tiene luces de colores. "El de Kitty estaba feo", me dijo. El mouse estuvo guardado por varias semanas hasta que me asignaron un trabajo específico donde estuve segura de que podría serme de utilidad. Lo saqué de la caja y empecé a usarlo sin mucha determinación. Luego de eso, terminada la labor del día, tuve la certeza de que nunca más podría volver a tocar una computadora que no tuviera el bendito ratón. Me ha aligerado tanto la vida en estos días... Se me ha hecho tan necesario.
Pensaba en esto porque creo que es una metáfora perfecta del amor.
A veces, el amor es encontrar a alguien que no sabías que necesitabas y que solo cuando aparece puedes reconocer repentinamente toda la falta que te hacía. Es, para bien o para mal, saber que no podrás desprenderte ya nunca de esa persona o si todo acaba, de la huella que te deja. Así como el ratón solitario que dormía en mi cajón, el amor puede ser ese algo en lo que cuando decides involucrarte te entrega cosas voluntariamente que te cambian la vida. Y el amor, así como me ha pasado a mí, puede ser haberte encontrado con alguien que sabe lo que necesitas, incluso sin que tú tengas idea de eso, y que es capaz de brindarte aquello que te hace falta porque sabe que más pronto o más tarde te hará feliz. Y entonces, un pequeño mouse multicolor puede convertirse en la alegría de una chica en medio de una semana estresante, en la metáfora (con sus altas y sus bajas y sus omisiones) de una relación de casi una década, en el símbolo del amor que alguien me tiene y que yo le tengo. Entonces, un pericotito gracioso y chiquito me recuerda que el amor está hecho de pequeños gestos, de pequeñas formas de decir los te amos que no siempre se dicen y que ahora mismo, mientros escribo esto, tengo rodeados por mi mano y eso me basta, en medio de esta semana dura, para poder ser feliz.

Estarme despidiendo...

Durante estos últimos días, he tenido la sensación de que me estoy despidiendo. No sé por qué... ¿La serie sobre el sucidio que he visto, las personas con las que he hablado buscando arreglar cosas, los amigos perdidos, mi necesidad de brindar amor a algunas personas cercanas, mi ímpetu por terminar cosas inconclusas y hacerlo todo bien, el suicidio de un conocido, escribir mucho en este blog? No lo sé... yo que soy una persona cabalística he tenido un poco de miedo. Así como cuando alguien muerte y colocan sus últimas publicaciones en sus redes sociales, y entonces yo pienso que leerán esto y dirán: "Ella lo presentía". Siempre detesto cuando sale una noticia así. Pensarán que he estado deprimida, triste, mal de amor y en realidad no ha sido así. "Estos sentimientos son ajenos, yo también los robé"
He tratado de analizar pausadamente estos sentimientos (sensaciones) y creo que sí me he despedido de algunas cosas en estos días, pero quizá de forma más emocional... es como que he aprendido a dejar ir un poco... Dejar cosas siempre te crea vacíos.
Yo nunca he pensado en el suicidio formalmente, esta semana he escuchado a varias personas cercanas decirme que sí lo han hecho, eso me ha conmovido y apenado. Ah... semana de emociones, intensa, fuerte. Tengo un sentimiento de pérdida que no es mío, es prestado. Leer el Facebook de algunos amigos, enterarme de sus separaciones, que me cuenten sus problemas de amor, sus ansiedades... todo eso me ha dejado una sensación extraña que me veo forzada a eliminar aquí y ahora. Así que como confío plenamente en el poder de la palabra le digo fuera a la melancolía, fuera a las pérdidas, fuera a la muerte, fuera al suicidio, fuera a esto que me esta oprimiendo un poco el pecho y bienvenida un poco de alegría y hojas bonitas del otoño.

domingo, 23 de abril de 2017

Poema

No quiero que te vayas
No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar. Me estoy sintiendo 
vivir cuando me dueles
no en ti, ni aquí, más lejos:
en la tierra, en el año
de donde vienes tú,
en el amor con ella
y todo lo que fue.
En esa realidad
hundida que se niega
a sí misma y se empeña
en que nunca ha existido,
que sólo fue un pretexto
mío para vivir.
Si tú no me quedaras,
dolor, irrefutable,
yo me lo creería;
pero me quedas tú.
Tu verdad me asegura
que nada fue mentira.
Y mientras yo te sienta,
tú me serás, dolor,
la prueba de otra vida
en que no me dolías.
La gran prueba, a lo lejos,
de que existió, que existe,
de que me quiso, sí,
de que aún la estoy queriendo.
De "La voz a ti debida", Pedro Salinas

Hoy me he sentido un poco sabia. He sentido que he vivido todo aquello que me aconsejaban. Cuando me decían: no sufras por amor, eso pasa y yo no lo creía, ahora lo he vivido y lo sé. Cuando leía los poemas que hablaban del amor y el dolor y cómo uno quiere quedarse aunque sea con un poco del dolor... para al menos quedarse con algo de la persona que quiere, ahora yo lo sé bien, lo he vivido.
Así que no puedo evitar ser un poco pedante ahora, pero la verdad es que me he sentido un poco sabia y un poquito orgullosa de mi por haber soportado tantos baches y estar ahora aquí sintiéndome viendo con todo eso, sintiéndome bien conmigo y sintiendo que sé algo. Para muchas cosas me falta harta calle, pero de esto sí que sé un poco :)

sábado, 22 de abril de 2017

Cuestiones celulares

Acabo de aprender que existen unas células llamadas "células natural killer". Me pareció tan cojonudo eso de tener unas células dentro que cumplen la función de matar (claro, matan células anormales que aparecen en el organismo...), me pareció algo cojonudo, demasiado increíble como para no apuntarlo en algún sitio para no olvidarlo, no vaya a ser que necesite ese dato alguna vez.

jueves, 20 de abril de 2017

Cuando un amigo se va...

Me siento triste. Siento mucho la ausencia de un amigo querido. Temo que ya no lo volveré a ver, que ya no volveremos a hablar y no sabré nada más de él. Bueno, de saber siempre tendré noticias suyas a través de los conocidos, por el Facebook, porque el mundo es ancho y ajeno, pero temo mucho que él ya no sepa nada de mí. Mejor dicho: me duele ahora que él no quiera saber más de mí. Y entonces, perder a alguien que amas es como terminar una relación y esos asuntos del desapego de los que ya había hablado duelen bastante.
La verdad: temo mucho que él nunca más quiera saber nada de mí. Me mudaré de casa pronto y él no la conocerá. Tendré un hijo y el no podrá verlo: no conocerá sus ojos, su risa, nunca lo cargará. No volveré a sentir su abrazo ni hablaremos con el lenguaje secreto que inventamos hace años. Se me va haciendo agua el corazón...
El tiempo pasará y seremos extraños. Ni siquiera sé si volverá a saludarme si nos cruzamos por la calle o peor aún: nos cruzaremos y él me saludará solo agitando la mano como quien ha olvidado que nos conocemos desde los 18 años, que hemos llorado juntos, sufrido juntos, festejado juntos, amado sin límites y participado tan intensamente en la vida del otro que parece mentira que ahora yo tenga que estar escribiendo algo como esto.
Pronto o en algún momento más cercano o lejado nos habremos olvidado. Él me habrá olvidado a mí. Ya no le interesará saber si soy feliz, si sigo escribiendo, si cualquier cosa...
Temo mucho que solo nos volvamos a ver en el entierro de nuestros padres o que ni siquiera nos enteremos cuando eso pase y que estemos separados. Temo mucho que lo que sea que haya pasado para que él se haya alejado de mí sea algo que pueda resolverse y nunca se arregle. Temo mucho perder lo que ya se ha perdido.
Pero, aquí, hoy, en esta noche en que pudimos haber estado juntos y felices, solo puedo quedarme con mis dolores y temores y respetar lo que él ha decidido: alejarse voluntariamente. No hay nada más que pueda hacer, quizá solo escribir esto para limpiarme un poco el alma, para que esta situación me duela un poco menos, para dejar por sentado que cuando un amigo se va deja un espacio vacío, de eso no hay duda.

lunes, 10 de abril de 2017

Las voces de otro tiempo...

Hice esa llamada telefónica. Escuché tu voz al otro lado del teléfono. No era como la recordaba. Es curioso: las voces de otro tiempo tienen otras tonalidades, otro cromatismo. Todo siempre es mejor en tu cabeza.
Es realmente extraño volver a escuchar a alguien después de mucho. Siempre he pensado que hay personas a las que dejas de ver durante un periodo largo, pero es posible recuperar el tiempo. No con todos es así.
Siempre digo de mí que soy una persona muy curiosa. Puedo ser muy muy empática cuando me lo propongo, de esas chicas a las que de pronto sin saber cómo les estás relatando tu vida al minuto siguiente de conocerlas y terminas diciendo: "No sé porque te estoy diciendo todo esto, nunca se lo había dicho a nadie". Siempre terminan relatándome problemas o secretos. Pero he pasado por un largo periodo en el que no he querido conocer a nadie. He preferido estar sola, almorzar sola, andar sola... Pero cuando me lo propongo puedo ser el alma de la fiesta.
No sé si eso viene a cuenta, pero recuerdo que hace muchos años caminando por uno de los distritos coloniales de Lima, cuando yo no tenía estos cojudos dilemas de ser empática o no, nos hicimos amigos e intercambiamos algunas confesiones. Creo que por entonces yo fumaba Hamilton y tú cuidabas de que mi humo no cruzara en tu camino. Fue una noche bonita, a la que le vinieron días bonitos y años de charlas que siempre hablaban de ese día.
Ah, las voces de otro tiempo siempre suenan mejor en nuestras cabezas, eso me queda claro.

domingo, 9 de abril de 2017

El nombre de la persona que queremos

Hoy me he dado cuenta que pocas veces utilizamos el nombre propio de la persona que queremos. Generalmente, le ponemos un apelativo: amor, gordito, cariño... y olvidamos los nombres propios para siempre. En mi caso, para el momento del fastidio. Mi esposo sabe que cuando lo llamo por su nombre estoy molesta por algo que él ha dicho, hecho o dejado de hacer.
Es curioso que el nombre de la persona que quiero represente un nomento de molestia. Es curioso, también, cómo los apelativos cariñosos son difíciles de olvidar y cuando hay una separación se convierten en impronunciables. ¿Cómo le llamas a alguien con un nombre que ya no le pertenece? ¿Cómo le dices "Pedro" a quien antes fue "mi amor"? ¿O "Alicia" a quien siempre fue "negrita linda"? Los nombres (esos nombres) te abandonan cuando la relación se rompe y si aún te queda algo (amistad, encuentros esporádicos, amigos comunes y la pequeñez de Lima como excusa para encontrarse) debes volver al frío y lejano nombre propio (no me acuerdo desde hace cuánto mi pareja no me llama por mi nombre, pero recuerdo claramente la última vez que me lo dijo, casi como si fuera una sentencia, y lo fue...).
Pensaba en eso porque mañana tengo que llamar a alguien a quien hace muchos años le tuve un apelativo cariñoso, el cual he vuelto a usar cuando he hablado con él en esporádicas conversaciones a través de los años. Pero estas eran conversaciones escritas y "feelings". Ahora debo hacer una llamada y no sé cómo decirle cuando tenga que hablarle. Me he dado cuenta que no he mencionado su nombre en una conversación hace miles de años. Ya no me es permitido decir "Hola cariño", "Cómo te va mi, amor", y de pronto me suena tan extraño, tan antinatural, decir solo su nombre...



martes, 4 de abril de 2017

Un hombre que me deje ser

Yo siempre necesité un hombre que me deje ser. Que no se sienta mal de que tenga una risa escandalosa, una torpeza diaria, muchos amigos hombres y miles de frases cariñosas para ellos...
Que sepa que me gusta cantar en las reuniones familiares (aunque lo hago mal), ser el centro de atención frecuentemente y hacerme la graciosa con experiencia. Siempre necesité un hombre que pueda acompañarme en todo eso; a veces adelante, otras atrás, otras al costado y otras durmiendo encerrado en la habitación... Alguien que me dé la seguridad a mí misma de que no hay problema en salir con los amigos y amigas, en coquetear un poquito, en ponerme guapa solo cuando quiera, en ser tonta, todo lo tonta que soy e ignorante de tantas cosas y no tener que sentirme avergonzada de eso.
Ahora yo tengo un hombre que me deja ser. No creo que antes no lo haya tenido (molestias más, molestias menos; celos soterrados más, celos soterrados menos), creo que en realidada era yo parte del problema. Yo no tenía seguridad de ser yo misma, sin miedo, sin que nada importe... sin miedo a no ser aceptada. Ahora yo me dejo ser sin huevadas y tengo un hombre que me deja ser sin huevadas y no necesito que siempre esté conmigo, cuando quiere lo está y somos felices; cuando no,  mira mis locuras desde lejos, las escucha, a veces me bromea, a veces nadie nos entiende... pero somos juntos, y eso es lindo.