En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Melancholia

Melancholia ha impactado en Lima, en mi casa, en el escritorio de mi oficina, y yo estoy aquí a puertas del fin del mundo, preguntándome si de verdad todo se acabará. 
Si la tierra muere, su agonía me agarrará en una reunión de Navidad del trabajo, no con mi madre ni con mi padre ni con mi novio ni con mi hermana ni con mi abuelo que ya se fue. Me agarrará en una reunión intrascendente con gente que veo todos los días y aprecio pero creo que no me quieren ni me aprecian tanto. Me agarrará hablando de bobadas y probablemente del fin del mundo mismo. Entonces, ahora que Melancholia ha chocado contra mi escritorio, yo me pregunto si acaso no sería mejor abandonar el libro que acabo de empezar a leer o quizá desvelarme toda la noche leyéndolo para que cuando el fin del mundo llegue lo haya terminado. Y entonces, si el final llega, me encontrará sin haber completado el triplete estrella y no haber tenido nunca un hijo, y eso es algo que no puedo remediar en los pocos días que quedan.Y también pienso que tal vez sería mejor no terminar de pagar esa deuda que tengo, no llevar el nuevo modelo de sandalias a mi zapatero personal porque no habrá verano para usarlas, y ya no tendrá importancia que no haya pasado por el sastre para recoger lo pendiente. Mejor seguir flojeando en el trabajo, no esforzarme en terminar los informes pendientes, no respetar el código de vestimenta y no comprar el cargamento de regalos navideños que me falta. Eso sí abrazar a los míos, no dejar de decir lo no dicho, hacer el amor con mi novio y no pensar más. Porque si el fin del mundo llega y todo se acaba y no hay mañana y Melancholia choca con nosotros y nos destruye y esta vez las catástrofes son ciertas... 
Todo este año han sido catástrofes: el calendario maya que acaba, el planeta que choca con la tierra, el gran terremoto que destruirá Lima, catástrofes y catástrofes y nada de eso pasa y yo nunca me he preocupado porque eso pase, pero ahora no puedo dejar de pensarlo un poco...
Quisiera que en vez de catástrofes en el periódico se publiquen cosas buenas: lluvia de flores cae sobre la tierra; toda la gente del mundo sonreirá a la misma hora; en Navidad todos los niños serán zares... Pero esas cosas no pasan y las tragedias anunciadas tampoco... Mi gran problema con los malos presagios, con los posibles informes negativos, es que cada vez que me salvo de uno mi fatalismo me impulsa a pensar que si este no es el que me toca entonces: ¿cuándo será el siguiente? Por eso un miedo secreto con un zumbido de abejas a veces me impulsa a pensar que solo tal vez sería mejor que lo malo pasará ya, de una vez, y tener que darle la pelea ahora y no saber en qué momento del futuro me tocará ese después. Claro, con eso no digo que quiero que se acabe el mundo el viernes, por supuesto que no.

lunes, 3 de diciembre de 2012


Este 21 de diciembre, si se acaba el mundo, yo quiero estar contigo. Quiero que nos encuentre en la cama, con pijamas ligeras, comiendo papitas y viendo una peli; nuestros cuerpos entrelazados y en reposo. Quiero pasarla contigo este último día porque me has enseñado a querer, a perdonar, a resistir. Porque muchas veces nuestra larga relación es un ejercicio de tolerancia que supera mi umbral habitual. Porque a veces puedo verte y enamorarme de tus ojos de nuevo, como la primera vez, como hace tanto tiempo. Porque me gusta hacer el amor contigo más que nada en el mundo y morir por algunos segundos para luego nacer de nuevo un poco más cansada, un poco más engreída, un poco más libre y un poco más sudada. Porque eres una máquina de tonterías divertidas, que a veces me divierten y otras me sacan de quicio.

¿Qué es el amor? Sino repetir dos apodos tontos con una voz especial. Conocer  los gestos y cadencias de alguien. Que puedan sorprenderte con alguna cosa simple y que nadie más en el mundo podría entender. 

¿Qué es el amor? Sino esas cosas que solo la gente puede entender y que solamente pueden significar algo entre pares. Por eso yo quiero pasar este último día del mundo contigo y que si nos tocan la puerta los zombies, que si el planeta explota o si llegan los marcianos, el 21 de diciembre me encuentre contigo. Porque te quiero y me quieres, porque me gusta reconocer tu olor entre mis cosas, porque siempre adivino cuando eres tú en el teléfono, porque he aprendido que el amor no tiene porque ser grandes cosas que avanzan en línea recta sobre una sábana blanca, porque el amor puede ser un poco amorfo, un poco imperfecto, con curvaduras y vueltas de campaña, pero lo que importa es que sea amor. Y es este amor que te tengo y que me tienes, este amor que nos acompañas todos los días, este amor sencillo y reposado del cotidiano y de la risa, de las gaseosas y las papitas fritas, de los sueños cortos y la Tv y las llamadas diarias por teléfono, es este amor: el mejor que tengo, el que yo te daré hasta que llegue el fin del mundo.