En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

sábado, 30 de diciembre de 2006

Reencauchamiento


Me siento estable
Me siento estable
Me siento estable
Me siento estable
Me siento estable
Me siento estable


Casi podría decir libre de pecado y aunque suena muy aburrido, terrible y antagónico a mi y a las mil Sandras que se pelean dentro mío: Me siento estable y eso me alegra.
Me siento libre de pecado y no quiero explicar mucho eso pero de verdad que me he librado de dos pecados grandes, aunque mis sueños se hayan vengado de eso por la noche.
Me siento estable, como si hubiera pasado dos pruebas importantes y jodidas.
Aunque la lógica del psicoanálisis me contradiga y yo me siga contradiciendo mil veces en este post: CARAJO, hoy día me siento estable y me bebo toda una botella de José Cuervo por mi (y también por ustedes, preciosos).

martes, 12 de diciembre de 2006

Cuándo tus amigos te pregunten por mí…

Tú sabes quien eres, no necesito dedicarte esto, ¿o si?

…diles que a mi modo, así, retorcida y enredadamente una parte de mí estaba totalmente enamorada de ti. Diles que siempre pienso en ti, que no me cabe duda de que eres el mejor mago del mundo. Diles que cuando me acuerdo de esos meses que pasamos juntos siempre sonrío mucho. Diles que no me arrepiento de nada, excepto de haber sido medio bestia y no haber aprendido a hablarte claro (yo y mis malditos eufemismos, yo y mis malditas metáforas). Diles que para mí es como si hubieras sido mi novio, mi novio-de-verdad
y uno de los más lindos que he tenido.
Puedes decirles a todos que he estado detrás de ti (no es faltar a la verdad), que a veces me han dado ganas de tomar un avión e ir a buscarte, que me gustaron tus besos casi tanto como los chocolates, que no te olvido y que yo misma te dije cuando me iba que sabia que en algún momento ibas a olvidarte de mí
(ni siquiera me ibas a recordar)
y yo nunca te iba a poder olvidar…
Diles que este guante / esta cachetada / esta palabras raras / son para ti, fucking blue friend. Diles que te quiero de verdad,
que aunque creas que no, tú ganaste.
Cuando tus amigos te pregunten por mí puedes enseñarles la carta que te escribí, el disco que te grabé, los besos que te di, los arañazos que te dejé. Puede decirles que una vez te besé descaradamente escondida en un sitio público. Diles que te quiero cochina y fraternalmente, que me desarma cuando me dices: “linda, tu y yo no podemos ser amigos”. Diles que siempre que hablamos por el messenger te digo “querido” y lo escribo a puño y letra. Diles que me gusta escribir tu nombre y que me gusta
cuando tú escribes el mío.
Si por casualidad lees esto ten en cuenta que en este pueblo con mar la otra noche después de un concierto no tenía paloma mensajera para entregarte esta carta porque me dieron las 10 y las 11,
las 12 y la 1 y las dos…
Recuerda que te quiero bien:
I love you sweety, je t’aime bien, thanks for everything,
je ne t'oublierai jamais!!!!

Duerme, y que mis palabras –que siempre se acuerdan de ti y de nuestro tiempo hermoso- te encuentren en algún lugar y te den un beso, ahora en la frente, un beso casi de amistad-incestuosa pero limpia, te quiero fucking friend, te quiero.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Hasta que la muerte nos separe


Creo que en mi tematología personal hay sueños que ya se van haciendo frecuentes y menos incómodos cada vez. Hace unos meses era que mi novio me engañaba casi frente a mis ojos y yo ni siquiera me daba cuenta, más antiguo fue ese sueño repetitivo donde una mujer desconocida y yo nos besábamos ardientemente en una piscina (“Es que extrañas a tu mamá" -me dijo mi amiga psicóloga, pero mi mamá no se parece en nada a ese mujerón de cabello negro). Bueno, y está lo de la muerte. Nunca sueño que yo me muero, siempre son los otros: el abuelo, el novio, el viejo, la vieja, la madrina, el pececito dorado… siempre son los otros, nunca yo.
Lo del matrimonio si es de hace varios meses. Yo buscando un vestido de novia, yo esperando que la limo llegue a recogerme, yo escribiendo mis votos misma película gringa, yo casándome con un horrible vestido beige; …y el sueño de ayer, tan confuso, tan perverso. Yo caminaba con mi novio por una calle romana, era uno de esos pasajes estrechos que desembocaba en una gruta. Había mucho verde, muchas flores y caminábamos de la manito cursis y felices. Entonces yo empezaba a contarle que fulanita por fin se había casado, que se había mudado a un depa con su esposo y su bebé. Y empezaba a hablar de dinero (detesto hablar de dinero, cada que lo mencionas se te va…; es como una maldición). Le decía que con lo que yo gano, que con lo que él gana, que fulanita no gana ni la mitad que yo, que su esposo ni trabaja, que nosotros… que los años pasan… que los jóvenes nos ponemos viejos… que los padres viejos no juegan fútbol con sus hijos… que las mamás viejas ni saben quien es Paris Hilton (y no le decía exactamente eso pero apenas me desperté supe que eso era lo que le quería decir, gritar más bien). Y entonces él, que es un tipo tranquilo, hasta flemático diría yo, que nunca grita, que siempre se controla, se ponía histérico y de pronto la dulce callecita romana desaparecía y aparecíamos en un acantilado, hermoso también, lleno de verde y de flores, un acantilado que daba a un mar. Y yo lo cogía de los hombros, le decía que se calmara y estaba a punto de darle un abrazo cuando él tropezaba y quedaba colgado del acantilado a punto de caer. Yo corría y trataba de ayudarlo, lo tomaba de la mano y trataba de alzarlo, entonces él me jalaba para abajo, sonreía y me decía: “Tú te vas a caer conmigo”.