En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

sábado, 28 de octubre de 2006

¡Soy una chica plástica! De esas que ves por allí…


QUERIDO:
Tú siempre fuiste mejor persona que yo, aprendiste a leer en libros sin figuritas, nunca has dejado de darle “una propinita” a todos los chiquitos que se cruzan en tu camino, vas a misa casi todos los domingos, siempre me guardaste las cerezas de los cakes, tu canal favorito es History Channel, para tí la televisión es una caja boba y nunca has leído un solo número de esas infamias llamadas “Selecciones”. Es verdad, tú siempre has sido mejor persona que yo. Sandrita es solo una de esas chicas plásticas que van por allí. A Sandrita le gusta demasiado la tele, las discos y las marcas para ser una persona “profunda”.
Cuánto hemos cambiado, querido. Ahora ya ni nos reconocemos. Tú sigues con tu viejo hábito de sacar a bailar siempre a las más feas de las fiestas. Bailas con ellas, les sonríes, pero ni en sueños te las llevarías a la cama y las presentarías a tus amigos. Ya no te acuerdas cuando me lucías en las reuniones de tus amigos universitarios, era una colegial bonita, ¿verdad? Tan linda yo, sonreía y sonreía y tu les decías; así, con la voz alta y con orgullo: “ella es mi enamorada” (cómo me querías entonces?!?!)
Si, pues, querido, a mí siempre me gustó mucho el mundo, yo nunca me he escondido en la casa de mis padres, en las iglesias, en las biblias, en la pantalla de la computadora. A mi nadie pudo lavarme el cerebro, nunca he creído en el método del ritmo, siempre me he reído casi con pena cuando alguien repite la frase esa que tú nunca pudiste decir porque se te quedó atorada en la punta de la lengua: EL SEXO ES MALO / EL SEXO ES PECADO.
Yo nunca he podido vivir bajo las reglas. Para mí el mundo nunca ha sido una ecuación matemática o un programa informático de computación.
Definitivamente, tú eres mejor persona que yo. Tienes razón, escribo el diario de una chica plástica, mejor debería acompañarte a organizar chocolatadas para niños pobres, recolectar ropita agujereada para regalar en Navidad, irle a leer a los cieguitos historias felices donde los impedidos y los feos son los dueños del mundo. Mejor es mentir, mi amor. Mejor es decir que en el mundo lo negro no es negro sino solo un poquito oscuro y que lo malo no es malo sino que es producto de una gran carencia de valores, de las destrucción de la familia, del sexo desenfrenado; que eso -con el favor de vuestro Dios- se va a arreglar pronto y que tú estarás en primera fila como parte de esos 1444 beneficiados. Mejor es decir que el mundo no es de los vivos sino de los tontos buena-gente a los que siempre les ganan la carrera, a los que el lobo nunca les tira la casa cuando sopla. Mejor es no ser una chica plástica sino una intelectual humanitaria que se va a pintarle pajaritos a la gente, una de esas que creen que porque regala panetones en la víspera de Navidad está acabando con la miseria del mundo. Mejor es guardar silencio…
Cuánto hemos cambiado, querido. Ya no te acuerdas que eras tú el que no se sabía el padrenuestro en castellano, el que tenía un deseo enorme de ser como los demás y poderse divertir en una fiesta y aprender a bailar. Ya no te acuerdas que te gustaba que yo sea así; así como sigo siendo ahora: adicta a la televisión, al erotismo, a las extravangancias y a las tonterías. Ya no te acuerdas de cuando era tu mujer, cuando dejabas las cerezas de los cakes para mí.
Hemos cambiado…
pero quizá yo no tanto.

martes, 3 de octubre de 2006

Mi primera boda

Dejé de escribir porque me pasó algo muy raro que aún estoy procesando. Hace unos días caminaba feliz y enamorada del brazo de mi novio cuando de pronto me choqué con Will. Fue sólo un par de minutos. Nos miramos a los ojos y pronto yo enrojecí y volví a tener 15 años. Así, misma canción de José Luis Perales “por un momento pude ver que tu mirada se nubló me regalaste una sonrisa y entre la gente te perdí”…
…Y no pude evitar acordarme de cuando éramos niños, éramos novios y éramos felices. Siempre pensé que íbamos a casarnos, ¿sabías? Bueno ese fue el plan en un momento: ir a la fiesta de pre promoción juntos, que me regales la orquídea más bonita en la pro, estudiar en la misma universidad (carreras diferentes eso sí, porque a mi jamás me gustaron las ciencias), graduarnos con honores e ir a la fiesta juntos, comprometernos y que tú me regales el anillo más grande y más caro del mundo, que tus papás nos regalen un depa y los míos un carro y luego planear una boda hermosa donde tu hermana y la mía hubieran sido damas de honor. Pero nada salió así. En algún momento la vida se nos volteó y crecimos más de la cuenta.
Aún no dejan de fastidiarme en mi casa por aquella vez.
Esa escapada que tuvimos juntos cuando tu y yo nos largamos a Chosica para casarnos. ¿Te acuerdas? Todavía tengo el vestido hindú blanco con florecitas guindas. Todavía tengo el anillo que me regalaste, aún me lo pongo a veces…
Era muy gracioso tener quince años y pensar que todo lo podíamos y todo lo sabíamos, Will.
¿De verdad pensamos alguna vez que sellaríamos nuestro gran amor casándonos en ese matrimonio masivo en la plaza de armas de Chosica? ¿De verdad pensamos que así evitaríamos que el tiempo pase?
Recuerdo las tardes en tu casa, tomando té con tu mamá, porque ella, como buena inglesa nunca dejó de tomar su té todas las tardes. Recuerdo con pena que tu hermana me había jurado que nadie más que yo sería la madrina del hijo que ella pensaba tener cuando se decidiera a no dejar plantado de nuevo a otro novio en el altar. Recuerdo nuestras escapadas del colegio para ir a dar vueltas por la playa. Cómo nos gustaba la playa!!!
Y ahora, Will, tu estabas frente a mí en ese Centro Comercial, con una chica rubia de ojos demasiado verdes que caminaba cerquita tuyo y yo estaba del brazo de mi novio. Cómo da vueltas la vida, Will. Lima tan chiquita y es la primera vez que nos vemos después de tanto, tantísimo tiempo.
Creo que crecimos el día que nos dimos cuenta que para casarse hacía falta algo más que el amor, que necesitamos papeles, plata, mucha plata y sobretodo el permiso de los padres porque los menores de edad no se casan… y aún tengo grabada la carcajada del hombre ese que nos atendió en la Municipalidad de Chosica. Qué gracioso haber sido tan tiernamente cojudos, tan inocentes. Pensar que cuando se nos fue el bus aquella noche y decidimos alquilar una habitación de hotel todos iban a creernos cuando dijéramos que nada de nada había pasado, que de verdad sólo habíamos dormido juntos pero nada más, que sólo habíamos apagado los celulares para que nadie nos jodiera en nuestro casto nidito de amor.
Y al día siguiente, los gritos de tu madre en el teléfono, la seguridad de que nunca más me volvería a decir: “hijita querida”; y las lágrimas de mi mamá mientras me decía “puta madre, dónde estás, tú me vas matar de un infarto”. Y más tarde, la llamada de tu hermana mientras regresabamos a Lima, preguntándome: “¿qué pasó?”... y yo confesándole que queríamos casarnos. Y cómo olvidar la mirada de muerte de mi papáe y las ganas que tenía de matarte y a mí; de matarnos a los dos juntos y mandar nuestro amor al carajo. Creo, sin duda alguna, que ese fue el día en que crecimos, querido William; y allí se nos jodió todo, no debimos crecer nunca, no debimos aprender que en este mundo seguir siendo niño o ser romántico es absurdo.
Recuerdo un mes después, luego de todos los interrogatorios de rigor, de las “pruebas de médico legista” (jajaja), cuando te cité en ese parque. Casi no me animo a decirte nada cuando te vi, tú siempre tan guapo, tan alto, tan divino….y yo diciéndote que ya no más, que te quería, pero que ni modo….
Y luego, mis infaltables llamadas anuales, tu seriedad, tu manera de siempre callar lo que sentías, nuestros esporádicos correos electrónicos y después nada, empezamos a ser extraños.
Recuerdo haber buscado tu nombre en la lista de ingresantes en la carrera y en la universidad en la que yo sabía que estudiarías antes que tú. Recuerdo, meses después haber encontrado tu mail y mandarte un mensajito tonto que hasta ahora espero que respondas. Recuerdo haber ensayado la mejor de mis letras para firmar la dedicatoria especial que te puse en mi tesis de licenciatura antes de mandártela por courrier. Recuerdo haber estado más preocupada por recibir tu respuesta que por la sustentación. Recuerdo, Will, que no te había vuelto a ver nunca hasta hace varios días, y olvidé, todo lo que había planificado que te diría si eso ocurría. No te confesé que aún me fastidian en mi casa con nuestra boda frustrada. No te dije que a veces me pongo a pensar qué hubiera pasado si…….. y aparecen más de 1000 posibilidades sobre lo que hubiera podido pasar si alguno de esos SÍS, se hubieran vuelto realidad.
Después de haberte visto, no me pareció tan descabellada mi idea de llamarte una semana antes de casarme de verdad y decirte que te escapes conmigo un fin semana…a Chosica, tal vez :) hasta me pareció que aceptarías y no te importaría mucho dejar que esa niña rubia camine sola por la calle. Cómo te extraño, William, cómo te extraño a veces, a ti y a la vida que íbamos a tener.
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¿Qué pasaría si te encuentro de nuevo?
¿Qué pasaría si te encuentro de nuevo?
¿Qué pasaría si te encuentro de nuevo?
Tal vez no pasaría nada. No sé.