En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 29 de septiembre de 2017

En este momento en el que pienso en llamarte por teléfono,
recuerdo muy bien el timbre de tu voz. Casi puedo escucharla en mi oído diciendo HOLA.
Solo puedo recordar el timbre grave de tu voz diciendo eso y riendo.
Quizá porque hace algunos meses volví a escuchar tu verdadera voz, quizá porque a fuerza de escribirnos tanto, confesarnos tanto, coquetearnos tanto, se me impone darte una voz.
Una voz cualquiera, una que quizá nisiquiera es tuya, pero necesito darte una para pensar en ti
y en que me hablas...
Me gusta hablar contigo, me gusta cómo soy contigo, no tengo muchas oportunidades de ser así.
Tienes una parte de mí que me gusta con locura y que tengo escondida, encarcelada  y que no puedo mostrarle a nadie, y que en mi vida cotidiana de reciente ama de casa y esposa pienso que no necesito usar. Por eso me gusta usarla contigo... por eso me gusta regarlarte mis palabras, mis canciones y esa voz (que es y no es mía), que seguramente también suena en tu cabeza cuando te hablo.
Verte, hablarte, visitarte, levantar el teléfono y llamarte forman parte de la lista de planes de fantasía de mi vida. Todas esas acciones están en el mismo lugar que el viaje que Giuliana y yo planeamos desde hace años para visitar a Esther en Texas, que las clases de manejo que debo tomar, que la visita a una pista de patinaje sobre hielo, que la depilación láser, que las clases de latín que siempre he querido tomar...
Mi voz no es mi voz cuando te hablo. Sé que tu voz tampoco es la tuya, la que utilizas para hablarle a
tu hija, dirigir tu empresa, enamorar a la chica de gusta, hacer jammin. No es la misma voz y no lo puede ser. Tenemos voces de fantasía...
Nunca volveremos a vernos, nunca nos tomaremos nuevamente de la mano y cruzaremos las calles de Barranco una madrugada para despedirnos una vez más... Nunca nos llamaremos largamente por teléfono durante las noches frías. Nunca pasaremos una noche juntos y volveré a sentir tus manos en el mapa de mi geografía humana. Habrán cosas que nunca pasarán y es mejor que no pasen, es mejor que no hayan pasado, porque a falta de París, de perdices, de amores furtivos, siempre podremos tener nuestras propias voces inventadas para confesarnos tanto, escribirnos tanto, coquetearnos tanto y eso no se va, no se olvida, es todo nuestro...