Los momentos que añoro
Nadie puede entender por qué me gustan los programas para jóvenes, esos de grupos de amigos del colegio, de la universidad... Nadie puede entender por qué me encuentro conmovida con esas historias bobas. Tengo más de 30 años (mucho menos de 40, pero bastante más de 30) y en realidad no tendría sentido ir persiguiendo programas de colegiales. Supongo que es porque encierran las escenas que añoro, todo lo que no viví. Debe ser como una especie de catarsis de la idealización: el colegio en el que no estudie, el grupo de amigos que no tuve, los amores que no concreté... Alguien me dijo alguna vez que yo recordaba con sentimiento, como si realmente lo volviera a vivir todo frenéticamente. Supongo que ver todo eso es volver a vivir con intensidad capítulos de la vida que no tuve, de la vida que deseaba (no ahora a los 30 y varios, sino en ese tiempo, en el que sí me era permitido desear todo eso). Quizá ahora, en este momento temporal, tiene más sentido que haya estado llorando al ver, en una novela rosa y ninguneada casi por toda la gente pensante de mi país, la pedida de mano que no tuve, los besos que ya no doy ni recibo, los bailes que no hago, el romance que se me fugó con las horas de trabajo, la rutina de la casa, los horarios diferentes, las pocas ganas... Quizá eso tiene más sentido... Sin embargo, yo no pudeo dejar de aficionarme a esa juventud que no tuve, a esa ropa que nunca me puse, a lo rebelde que no fui, a las fiestas donde no baile. Lo mejor sigue siendo verlas por la tele, dejar que se me estruje el corazón como si todo eso fuera mío (porque no ha de serlo), para eso está también la telebasura, los cuentos de hadas y las chicas como yo que no pueden hablar con la X porque aman demasiado todas estas tonterías.