En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

jueves, 25 de octubre de 2018

Mi gran capacidad

En estos días me sorprendo de mi capacidad de poder seguir con mi vida y con mis cosas. A pesar de todo lo que me está pasando, de ese duro golpe del que hablaba, el otro día me sequé las lágrimas a manotazos, me sorbí los mocos y llegué a dar una clase que creo que salió muy bien. Hoy, después de otro duro golpe del mismo tipo y por la misma circunstancia, tuve que ir a una ceremonia y para suplir a alguien sentarme en una mesa y dar un discurso, sin papel, así en el acto. No sé cómo pude alejar un momento de mi cabeza todos los números malos de las pruebas médicas, todas las puertas que se me iban cerrando. Me paré en el podio y hable, miré a la luz que venía de los reflectores y hablé bien, inspirada, tranquila. Las autoridades me felicitaron después, me sentí calma, en paz. Cuando salí me regresó a medias la cara de velorio y el dolor del golpe, necesité tomar el teléfono todo el trayecto del taxi de camino a casa para sentirme acompañada y abrigada por las palabras de un buen amigo. Fue bueno, fue reconfortante. 
Para algunas cosas es bueno tener 37 años. Haber pasado por varias cosas. Tener experiencias. Tener fuerza. Ya no tirarse a la cama al primer golpe. Seguir y poder incluso pararte en frente de un público y que parezca que toda va bien. Creo que soy fuerte eso me hace tener fe en mí misma. 

lunes, 22 de octubre de 2018

Golpes

Este octubre ha sido un mes duro, muy duro. He recibido una noticia-bomba. No me lo esperaba. En realidad nunca lo consideré una posibilidad. Me siento muy mal. Funciono, pero no sé si funciono. Estoy mal, pero no sé si debería estar peor. No sé...

Me he dado cuenta que todo lo que veía como una posibilidad y consideraba como algo a lo que podía acceder en algún momento, en realidad, ya no es una posibilidad tan segura para mí. Mejor dicho: será una posibilidad difícil, llena de un camino difícil. Y yo me siento... mierda... me siento, confundida. Esa es la mejor palabra para describirlo. Este golpe no me deja en el piso, pelearé, como antes lo he hecho, pero antes necesito botar toda mi mierda, toda mi envidia, todas mis malas ideas y seguir.

No sé, quizá soy muy inconsciente. Quizá soy demasiado positiva. No sé... Necesito recuperarme y seguir. El golpe pasará y yo seguiré y todo seguirá...

jueves, 4 de octubre de 2018

Las pocas ganas de mejorar

Me indigna mucho que la gente persista en el mismo error y no tenga ganas de mejorar. Eso es horrible y estúpido. La única explicación que puedo darle a que alguien repita su mismo error mil veces pese a que se lo hayan hecho ver es la indiferencia. “Como me cago en mis errores voy a seguir haciendo lo mismo, porque yo creo que está bien” o “No me interesa lo que tengas qué decir sobre mis errores, por eso ni te escucho o si te escucho, luego se me olvida, porque no me interesa demasiado enmendarme”. Estoy viendo esto ahora en un tema de trabajo, pero da igual, se aplica a todas las personas en todos los campos de la vida”. Como realmente me llega este tipo de gente, diré como los españoles: “que se vayan a dar por culo”.