En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 19 de febrero de 2021

Pandemia

¿Sabes qué pasa? Estamos en una pandemia. Una pandemia es como una epidemia, pero más grande. Es una enfermedad que se ha extendido y ha paralizado al mundo. Es como en las películas de zombies, pero sin zombies y de verdad. Ha pasado casi un año. Estamos encerrados en casa (los que somos concientes y hacemos teletrabajo). Usamos mascarilla: ahora es obligatoria. Nosotros salimos vestidos como astronautas: con un abrigo especial, la mascarilla y una especie de casco de motociclista. 

No vemos a los amigos hace casi un año; no abrazamos a los que queremos y hemos aprendido a pedir todo, casi todo, por delivery. Hemos perdido el placer de salir a caminar, de ir a la playa, donde siempre pasabamos los veranos y de estornudar fuerte y con todo el cuerpo.

Estamos en una pandemia y no sabemos cuándo va a acabar. Ha llegado la vacuna a Perú, pero no sabemos si esta vacuna es buena, si eso resolverá todo, si de nuevo podremos volver a las calles libres y con los rostros risueños (hemos aprendido a sonreír con los ojos, ¿sabes?).

Han salido muchos memes. Uno muestra a un chico que unos años en el futuro encuentra una mascarilla en su casaca y la mira y sonríe. Luego, la guarda y coge su machete para ir a pelear con los zombies. Para algunos es algo bien gracioso, quizá en 5 años me voy a reír como loca. Pero ahora no me hace mucha gracia. No me puedo reír cuando me acuerdo de las fotos de una calle de Ecuador donde sacaron un cuerpo envuelto en una sábana y lo pusieron afuera de la casa, porque las funerarias no se daban abasto. Tampoco, me puedo quitar de la cabeza el reportaje que leí de la chica que perdió a su papá: lo internó en el hospital y no volvió a saber más de él, murió solo, como tantos otros. Es más, se confundieron muchos cuerpos. A veces te llevabas un muerto que no era el tuyo, recibías sus cenizas y no eran de tu padre, de tu hijo, de tu hermano. Todo eso pasó el año pasado. Todo eso podría volver a pasar ahora que estamos en lo que han llamado "la segunda ola", o sea, el segundo tsunami, la segunda arremetida de la enfermedad.

Por estos días, en Perú, acabamos de enterarnos que muchas personas del Gobierno se han vacunado, que mientras los médicos y enfermeras se mueren, los burócratas y algunas personas de sus familias están protegidos del virus. Que mientras un profesor de San Marcos dictaba clases con su oxígeno el Rector y las autoridades de la Facultad de Medicina gozan de la vacuna contentos. 

Yo he dejado de ver noticias. He engordado los kilos que bajé con tanto esfuerzo. He sufrido más insomnio que nunca y regresó mi adicción por la gaseosa. He visto a mi marido cuidarme como si yo fuera un bien preciado, a veces lo veo como mi padre, como si yo me hubiera hecho una bolita pequeña y que para no perderme quisiera andar metida en su bolsillo.

No sé qué va a pasar. No sé si voy a volver a escribir aquí. No sé si en 5 años pueda reírrme del meme que mencioné. Lo que hay por estos días es mucha incertidumbe y un fuerte deseo de que esto pase, de no enfermar, de abrazar a la familia y a los amigos, de sentir que la realidad que teníamos, aunque nos quejaramos de ella, era bastante buena y la queremos de vuelta. 

¿Sabes? Estamos en una pandemia y espero que esta no se convierta en una historia apocalíptica. Por favor, no.