En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 27 de julio de 2018

Mi necesidad de apropiarme de las cosas

Cuando compro un aparato nuevo lo primero que hago es quitarle el papel plástico adhesivo que viene en la pantalla. Le quito todas las etiquetas, le limpio las marcas del adhesivo. Boto la caja. (A veces cuando son cosas pequeñas -lapiceros, liquid paper, plumones- los saco de sus cajas en la misma tienda y las boto allí mismo, lo meto a mi cartera y sanseacabó). Si compro un cuaderno, inmediatamente le coloco mi nombre. Si es una agenda, un lugar donde deba rellenar algo, también, lo hago al momento.

Mi marido es diferente. Él guarda las cosas en su estuche original. No le gusta sacarle el plástico adhesivo a los relojes, a las pantallas de los celulares, al equipo de sonido. Todos los aparatos que comprados o regalados fueron destinados para él aún tienen sus etiquetas. A veces lo veo guardar su mouse en la misma caja en la que vino, casi intacto, inmaculado.

Solo en contraste con el otro es que puedes reconocer tus manías. Pero creo que lo mío no es una manía exactamente, sino un frenética necesidad de apropiarme de las cosas. Siempre quiero hacer todo mío, poseerlo, usarlo, sentir que puedo hacerle lo que yo quiera. Es una necesidad... No sé por qué... No sé si me he sentido desposeída de algo alguna vez y por eso ahora necesito tenerlo todo, saberlo mío, sentir que ha sido usado, que tiene mi huella, que ha pasado por mí. No sé por qué... solo sé que necesito apropiarme de las cosas.

domingo, 1 de julio de 2018

La muerte

La muerte, que es la negación de todas las posibilidades, el vacío... ha sido el tema del que hemos estado hablando en estos últimos días. No sé por qué...

Te he preguntado que harías con mi aro de matrimonio, me has dicho que lo guardarías, quizá que se lo darías a mi madre. Que mi ropa, cuando sea el momento adecuado, se la darías a mi mamá. Crees que ella le diría a mis amigas máas cercanas que escogan lo que quieran (en fin, tengo cosas buenas que podrían quedarles). Tu aro, me has dicho, lo guardaría tu mamá. No lo usas ahora, por qué habrías de usarlo entonces, si yo ya no estuviera.

Yo he pensado brevemente qué pasaría si tú murieras. Rápidamente solo se me ha ocurrido decir que no podría levantarme de la cama (un mes quizá), que lloraría siempre, que tal vez tendrían que internarme en una institución. La gente puede desquiciarse cuando alguien muere, he dicho, finalmente.

Luego he pensando que lo que me paralizaría sería precisamente todo lo que no viviremos, todos los planes que nos quedaremos sin cumplir, que te rrebaten esas posibilidades debe ser realmente desgarrador.

Que no venga la muerte para que podamos ver hechas realidad todas las posibilidades, andar todos los caminos y vivir lo que tengamos que vivir...