En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

jueves, 25 de octubre de 2007

Cuando empiezan las cursilerías (o cuando Sandra conoció a César)

Un día, de pronto, te descubres con el celular en la mano pensando en los adjetivos más azucarados del mundo escribiendo un mensaje de texto para el niño más lindo de la tierra (o por lo menos de ese momento). Y así, de pronto, -oh! no- te das cuenta que el tiempo de las cursilerías ha empezado. Ya sabes que llegarán largos almuerzo sin comer nada (qué mujer come en las primeras citas!), largos y riquísimos besos en la entrada de tu puerta, noches sin poder dormir pensando y repensando en ese niño lindo que te trae loca, horas en el teléfono diciendo: cuelga tú; no, cuelga tú; no, cuelga tú, cancioncillas románticas e intercambios de discos y las infaltables llamadas: estoy pensando en ti. Y allí empiezas a meterte de lleno en ese dulce abismo maldito llamado fucking love. Allí empieza el tiempo bueno que te sostiene en los tiempos malos (que siempre llegan aunque tú no quieras). Allí empieza el momento de decir lo que después empiezas a decir menos y con más reparo. Allí empieza el miedo. Allí empiezan los post en el blog. Allí empiezan todas esas huachafadas que tanto nos gustan a las mujeres y que nos hacen despertar con una sonrisa en los labios y un nuevo nombre en el corazón.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Gracias, Señorito


No quiero hablar contigo. Hoy estoy negativa. Dime, por qué no me pueden pasar cosas así buenísimas e insospechadas a mí? Te parece tan difícil? No me digas que el problema no soy yo. Tengo que ser yo si nada me ha estado saliendo bien.
Estoy harta de pensar, de conjeturar, de tener que aplicar tácticas, estoy harta, señorito, estoy harta. Estoy harta de tener que ser inteligente todo el tiempo. De tener que cuidarme. De poner el pie en el freno. Quisiera ser una muchacha normal y silvestre que va por allí sin preocuparse por nada. Que si soy feliz, soy: y no detenerme a preguntarme el significado de la felicidad. Que si hay dolor: me resbala. Que si me engañan: lo devuelvo. Que si me dejan: me doy media vuelta sin pena y con gloria. Estoy cansada de elaborar estrategias, confabular, romperme el coco, planear tácticas como si todo fuera un estúpido partido de risk. Estoy cansada de que todo tenga que ser tan razonablemente intelectual. Aunque sé que cuando termine de escribir esto lo seguiré haciendo. Sé que puede ser que tengas razón. Pero por qué maldita sea por milésima vez habrías de tener razón, por qué mis ganas y yo no podemos tener razón. Acaso se nos habrá atrofiado tanto la intuición, acaso no habremos acertado un poco alguna vez, acaso no habremos dejado de tener el corazón hecho totalmente de mantequilla. No, no y no. Gracias, señorito, por recordarme que soy una poor silly girl, que tengo que bajarme de mi nube y agarrar la bayoneta y empezar a hacer guardia nuevamente. Gracias por haberme quitado mis 5 minutos de alucine y regresarme a ser inteligente y cuerda de nuevo. Todo era demasiado bueno para ser verdad y a mi nunca me pasan cosas buenas, no? Perdóneme usted por el berrinche, se le quiere y se le odia siempre, sobre todo cuando se tiene tanto miedo, y miedo sobre todo de que vaya a tener usted razón y yo sea una niñita tonta y fea sentada detrás de una ventana mirando como la vida se pasa de largo y sigo buscando tablas de salvación. Se le odia y se le quiere cuando viene usted a recordarme que es imposible (ya lo decía yo), que por lo menos aquí y ahora en este pinche planeta Tierra ocurra el milagro de que yo empiece una historia feliz (y nótese, señorito, que no digo final feliz sino aunque sea siquiera un pequeño y estúpido inicio feliz como una de esas películas que tú tanto odias y yo tanto deseo). A este paso me siento tan tontamente yo que ya sé porque todo el mundo me anda cuidando y sé porque Ud. y todos me dirán lo que ya acaba de decirme. Perdóneme por leer entre líneas, que es mi especialidad. Perdóneme por leer equivocadamente (que sé que es lo que me va a decir). Perdóname por ser tan yo y apagarle la computadora y darme media vuelta a la distancia y maldecirlo un cachito (así me quiere, creo). No se disculpe, que no ha dicho nada malo sino solo lo que ha querido decir.
Te quiero y sé que puedes tener razón (por eso me molesto) pero desearía que por una vez no la tuvieras.

viernes, 5 de octubre de 2007

Los puentes de Madison (versión CholiWood)


Hablaba con mi prima Tarcila hace un rato.
Versión chat de AOL, acorta distancias Lima-NYC.
Sand: Me gustan dos chikos, dos Césares.
Tark: ¿Y que te gusta de ellos?
Sand: Bueno, uno es César y el otro es Cesitar. César es simpático, un catedrático interesante. Se viste delicioso y tiene una mirada Banderas. Cesitar es gracioso, encantador, como un pandillero intelectual de una mara pituca. Super capo en su área e irónico como mi Dr. House.
Tark: Mmmmm, interesante. Y, ¿cuál te gustas más?.
Sand: Uno es así como me gustan los chicos en la cabeza y el otro es así como me gustan los chicos en la realidad.
Tark: Osea uno es más cabeza y el otro más cara.
Sand: Jajaja. Asu que buinaaaaaaaaaaaaaa. No, no va por allí.
Tark: ¿Tons?
Sand: Weno, César es como me gustan los chicos en la cabeza, como los sueño. Un catedrático guapo, inteligente, con un carro lindo, con unos lentes que le dan el aire del intelectual que es. Con una mirada matadora -y ponedora- y con un porte de hombre que haría que cualquiera escribiera un post sobre él. Y Cesitar es como me gustan los chicos en la realidad-real, allí donde mi cabeza no manda y los ojos y las hormonas se imponen. No es feo, tampoco. No es para nada tonto. Tiene una Inteligencia-La maga mezclada con la ironía de House y la torpeza tierna del Dr. Wilson. Es así, como te dije, un pandillero de una mara pituca, un Gael García en la película del Che luego de haber caminado por la Selva miles de días y con una moto maltrecha. ¿Qué voy a hacer, Tarcila?
Tark: Ay, Sandrita, ¿qué va a pasar contigo y con tus dos césares?
Sand: Nada bueno supongo, así es como acaban mis historias.
Tark: No, querida, así es como empiezan.