En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

martes, 23 de febrero de 2016

Crush and fantasy

Me choqué contigo esta mañana cuando caminaba al trabajo. Como tu eres un chico cool abriste la luna de tu carro y gritaste: ¡He, Texeira! yo voltee y te vi. Tenías una sonrisa linda y el dorado del verano. Levanté la mano para saludarte: ¡Hola! "Te veo bien cuídate!", dijiste chistoso, y agitaste la mano para despedirte, y arrancaste. Yo me quedé parada en la avenida, pensando que hubiera sido más cool decirte: "Hola, Mirko", "Hola guapo", "Hola profesor", "Hola profe", "Hola, cómo estás". Realmente me quedé como una boba mientras la luz del semáforo cambiaba y yo seguía pensando que cualquier otra respuesta hubiera sido más cool que la que dije. Me reí mucho de mi cuando me di cuenta que estaba actuando como chibola templada de 12 años. Es que la verdad: ¡me gusta mucho! Hace dos años, cuando fue mi profe, no podía dejar de mirarlo, de admirarlo. No solo era guapo, sino que también era cool, era joven, divertido... un chico con onda, hasta su nombre era rico para pronunciar. Llevaba la tabla de surf en la parte de arriba del carro y luego de las clases (que eran los sábados por la mañana) se iba al sur. Nunca me han gustado los chicos más populares ni más guapos ni los más cool, pero él era la mezcla perfecta entre el ejecutivo senior que puede hacer la clase más alucinante del posgrado y además, irse a surfear, y hacer teatro, y participar en jam barranquinos, y luego explicarte porque la ventaja diferencial de tu plan de negocios no correspondía al análisis de mercado. En consecuencia, alucinaba con el profesor.






Tengo una fantasía. Tu y yo nos encontramos en un bar barranquino. Los dos hemos llegado temprano, nuestros amigos aún no llegan. Yo estoy sola tomando un chilcano. Tú entras y me ves. Me saludas: "Hola, Texeira, a los años". Yo te digo: "Hola, qué tal" (siempre me pongo nerviosa cuando estoy cerca de él, nunca puedo decir nada divertido).
M: ¿Qué haces? ¿Estás sola?
S: No, estoy acompañada de mi chilcano
M: Jajaja te acompaño, mis patas todavía no llegan, se va na demorar
Tomamos un trago, nos cagamos de la risa. Yo dejo de estar nerviosa y me pongo súper divertida, le bromeo, me bromea. Pasan una canción que me gusta, yo canto, tú cantas. Mis amigas están demoradas, le llega un watsapp, su amigo la está haciendo en otro lado. Me dice si quiero ir a tomar algo a otro sitio. Le digo que sí, que mis amigas están demoradas y que luego ya me acoplo. Salimos, tomamos unos tragos. Nos seguimos divirtiendo, divirtiendo de verdad. No coqueteamos. Nos volvemos patas. Yo le digo que tenía un crush con él cuando era mi profe. Él se ríe. Le cuento (porque sé que ya lo sabe) que mis amigos me fastidiaban porque decían que a mi era la única a la me gustaba su clase (eso es cierto). Él me dice que era verdad, que la clase era mucho lote para ellos, peor no para mí. Salimos como que sin rumbo, hay unos chibolos lanzando en la calle. Yo los miro, me pregunta si fumo hierba, le digo que no, pero que los chibolos se ven tan cagados de risa y felices que ahora me vendría bien. Me dice que tiene hierba en su depa (yo recuerdo que a mí siempre me da la paranoia cuando fumo, pero recuerdo esta fantasía, la de fumar hierba con él en su departamento). Le digo que vayamos para allá, que me va súper porque él está cerca de mi casa (una vez me jaló a mi casa, vivímos relativamente cerca, pero nunca nos hemos visto). Llegamos a su depa. Es hermoso y cool como él, minimalista, pero cool. Me acerco a ver sus libros, son geniales, saco uno mientras él se va a la cocina. Regresa y me ve con el libro, me lo recomienda. Hablamos de libros. Sigo flechada, me flecho más todavía. El saca snacks cualquiera y me ofrece algo de beber. Acepto chela. Tiene coronas, pero las toma sin limón. Exijo mi limón me dice que lo saque de la cocina y me bromea recordándome mis intervenciones feministas en la clase. Me dice que quiere enseñarme una peli (no es floro, quiere enseñarme una peli), vamos a su cuarto saca la marihuana de una lata de té inglés, es ordenado, tiene los tronchos armados y ordenados. Me flecho más. Me da uno. Le digo que fumo del suyo. Me vacila, me dice que soy novata. Le cuento de la vez que pensé que me había quedado ciega cuando fumaba un troncho, le digo que me da la paranoia, me dice que no me preocupe que él me va a cuidar. Sonrió. Me gusta la idea de que él me cuide. Le hago recordar de la peli. Bromea, me dice que fue una estrategia para llevarme a su cuarto. (Me lo dice irónico y cagado de risa). Le digo que ponga la peli (cagada de risa también). La pone. Fumamos tirados en su cama. Arrojo el edredón al piso y corro la sábana con confianza (no está mal para la chica que nisiquiera sabía cómo saludarlo). Nos divertimos viendo la peli. Bromeamos. Él se acurruca un poco en mi brazo y luego de reírse de una de mis bromas, me da un beso entre la frente y el cabello: "Eres graciosa", me dice. Yo me río. Siento que mi corazón late rápido, me coloco la mano en el pecho, mientras me sonrío. Él me pregunta si pasa algo. Le digo que mi corazón late rápido, que me gusta. Me pregunta si puede sentir los latidos de mi corazón, le digo que sí. Pone su mano en mi pecho y se queda allí un momento, un largo momento. "Es verdad, late rápido, me gusta", me dice. "Quiero saber cómo late tu corazón", le digo y pongo mi mano en su pecho. Su corazón late tranquilo, también me gusta.

jueves, 11 de febrero de 2016

A veces te miro...

...miro tus fotos. Tus hijos son preciosos. Te miro porque me gusta saber que estas bien. También te miro, tengo que confesarlo, porque a veces me parece interesante pensar qué hubiera sido de mi vida si la hubiera compartido contigo. Esa sensación era más fuerte antes. Ahora lo hago solo como un guiño, como si me metiera en una cápsula del tiempo, como si explorara terrenos de posibilidades.
Te veo feliz. Me alegra. Mereces ser feliz. Siempre mereciste ser feliz. Yo también estoy contenta, ¿sabes? Voy a casarme. No, no con el chico ese al que engañé cuando estuvimos juntos. ¿Estuvimos realmente juntos? Sé que te causaría mucha gracias escucharme decir esto, leer esto, leer todo lo que escribo sobre ti. Me dirías que estoy loca, por ver tus fotos, por meterme en la cápsula del tiempo. Siempre fui una persona diferente, curiosa. Creo que eso te gustaba de mí. Yo no era como las mujeres que tú habías conocido. Yo me complicaba por las cosas, pero sabía salir de mis enredos. Yo era tierna, era hermosa contigo, pero también era rara y tenía el cerebro congestionado y el alma pendiendo de una ruleta rusa. Pero aún así me querías, aún así me quisiste. Y yo creo que con el paso del tiempo me doy cuenta cada vez más que también te quise. Claro, no podía quererte bien, estaba cagada del cerebro y del corazón. Yo no sabía querer bien. No podía darte lo que no tenía. No podía fijarme en el único chico en el mundo que me trataba bien, que me decía princesa, que me enviaba arreglos de flores y dulce y osos enormes. No, no podía hacerlo. Yo era fiel al castigo. Fiel a la locura. Fiel al exceso de ese mal amor que me sobrepasaba. No, en realidad nisiquiera era fiel. Estaba contigo algunos días. (No estuve contigo ninguna noche y con el tiempo me he arrepentido de eso, pero creo que el sexo no entraba en nuestro menú). Tú querías quererme bien. Querías que fuera tu novia. Querías tomarme de la mano. Querías llevarme a pasear al parque, a conocer a tus padres, a las parrilas de tus amigos. Créeme una parte de mí también lo quería, pero la otra estaba presa (presa de mí misma).
Tus fotos son lindas, tus hijos son hermosos, tu mujer parece algo problemática y ventila mucho su vida privada (delicia de los stalker como yo), pero creo que se caga por ti. Sí, se caga por ti. No creo que solo te quiere o te ama o te mira bonito. Se caga por ti. Ve por tus ojos. Lo sé por las fotos, por los mensajes de amor y de odio que te deja. Las mujeres hacemos eso cuando amamos locamente (somo locas las que lo hacemos). Veo que has cumplido tus sueños: conoces gran parte del mundo, visitas playas paradisíacas frecuentemente, tienes el trabajo soñado, tienes una casa, una familia... Y tus hijos son tan bellos, se parecen a ella, a tu mujer, que es simpática, la verdad. Siento que eres feliz, alguna vez cuando te dije eso me respondiste algo así como: "Tampoco tanto, pero allí vamos". Sin embargo, yo siento que eres feliz, que por lo menos una gran parte de ti lo es y eso me alegra. Me pone feliz a mi también. Eres un chico lindo, mereces tener tanta felicidad. Toda la que nunca hubieras tenido con la persona que yo era en el tiempo en que tú querías hacerme feliz. No, no podías rescatarme. Era yo la que tenía que tocar fondo y volver a nacer de nuevo, no haciendo borrón y cuenta nueva, sino aprendiendo de los errores y cambiando. Te escribo para contarte que yo también soy feliz, también voy a tener esa felicidad que tú tienes en una casa, un domingo por la tarde mirando el atardecer desde una terraza con la persona que amo, y porque no pronto, una tarde de parque con mis niños corriendo y sonriendo, porque no, yo también lo merezco.

lunes, 1 de febrero de 2016

Cómo paso el tiempo

A veces empleo el tiempo en tareas inútiles (o poco útiles para el presente, como se quiera ver). Escucho de un colegio nuevo y leo todo acerca de él en internet: modelo pedagógico, si hay programas de arte, forma de enseñar la religión. Busco colegio para los hijos que aun no tengo y quizá no tenga en algún tiempo (no demasiado). Ahora he empezado a buscar nidos (no departamentos o casas, que es lo que debería), sino nidos y colegios para seres de luz que aún viven en el espacio, esperando. Paso mi tiempo en proyectos que pueden parecer inútiles. Ampliando los conocimientos sobre una nueva noticia científica (no leo sobre si el azúcar hace mal o sobre si ya no es bueno tomar leche, eso no me interesa): leo sobre si el camino para la cura hacia el cáncer está cerca, sobre las enfermedades huérfanas. Investigo sobre crímenes: los pasionales me fascinan. Y si encuentro una noticia o documental sobre la Shoá me puedo pasar horas, leo y releo la información en internet. A veces pienso qué estarás haciendo. ¿En qué emplearas tus horas muertas? ¿Qué disco estarás escuchando ahora? Antes, cuando era más chica, escribía historias en mi mente. Sobre ti. Sobre mí. Sobre nosotros. Sobre personajes y podía pasar horas así. Escribiendo en mi cabeza en el micro, en la ducha, en el baño, tirada en mi cama mirando el techo. Ahora me desvelo pensando en colegios para los niños que aun no tengo, creo que eso por lo menos es un avance.