En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

martes, 9 de junio de 2015

Hay días...

...en que quisiera haberme casado y tener muchos hijos, bueno, al menos uno o dos. A veces me canso de ser tía. Sobre todo cuando veo a los hijos de mis amigas, a mis sobrinos carnales, a madres y niños hermosos, con ligera envidia. Me canso de ser tía, quisiera tener los míos propios, quisiera poder vestirlos y peinarlos a mi antojo. Prepararles fiestas, loncheras, inscribirlos en cursos, llevarlo al colegio. Aveces me canso de no haber tomado decisiones diferentes a las que tomé. A veces me canso de no tomar acción en mi propia vida. A veces me canso de dejar que todos decidan por mi. Hoy es uno de esos días.

miércoles, 3 de junio de 2015

Nunca pude tener tu corazón

La única idea que me queda de todos esos años juntos es que nunca pude llegar a ti. Mira, incluso en esos términos y en esta época, cuando yo soy ya una mujer hecha y derecha, con su vida, con sus caminos, con sus cosas..., sigo diciéndolo como si hubiera sido mi culpa, como si yo hubiera tenido que encontrar una fórmula mágica que me hubiera permitido llegar a tu corazón. No existen fórmulas mágicas para eso. La confianza es algo que se construye poco a poco, cuando alguien te deja entrar y te deja ver sus oscuridades y sus cosas hermosas: todo junto, paquete completo. Tú nunca me mostraste nada de ti. No te lo reprocho. Yo también fui bastante esquiva, en apariencia me dejaba ver, me dejaba hacer, pero en realidad hay tanto que no supiste de mí: de mi amor hiperbólico y estúpido por ti, de mi dolor, de mis miedos, de mis búsquedas, de mis desencuentros y sobre todo de mis inseguridades. No nos conocemos, aunque aparentemente podamos leernos tantas cosas. Ocultarnos fue un arte que construimos en todos esos años.

Ahora comprendo que yo no debía llegar a tu corazón, que no debía hacer nada para conseguirlo, que era inútil haberlo intentado tanto. Tú tenías que habérmelo dado voluntariamente, como cuando me ofrecías tu casaca cuando tenía frío. Tenías que haber deseado poner tu corazón en mis manos y dejarte hacer, bueno y dócil, sin ocultarte tanto detrás de aparentes misterios. No era mi misión conseguir tu corazón (y tu amor). No fracasé por no haber podido llegar a ti. Era un camino que no debía haber emprendido. Era, se suponía, un camino que estábamos haciendo juntos y en el cual, en algún momento, ese viaje terminaría siempre con nosotros reconociéndonos. Pero no fue así. Nos jugamos sucio. Fui terca y obstinada.

Ahora sé que no tenía que ganarme tu corazón, que no había nada que yo pudiera hacer para llegar a ti, tú tenías que haberlo querido, tenías que haberme dejado la puerta abierta, sin eso todo estaba perdido desde el primer momento. Todo nació perdido. Pero eso no importa ahora, solo que hay cosas que no puedo dejar de recordar, recordar es el mejor ejercicio para no olvidar esas lecciones que te ayudan a tener el corazón abrigado, contento, tranquilo y a buen recaudo. Yo necesito hacerlo de cuando en cuando.