En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

miércoles, 28 de febrero de 2007

A quien corresponda

A QUIEN LE CAE EL GUANTE QUE SE LO CHANTE

sábado, 24 de febrero de 2007

Play with the destiny

A veces quisiera no estar enamorada de él. Despertarme un día y volverme loca, preparar una mochila, tomar un bus en la carretera e irte a buscar a ese lugar lejano y raro donde vives. Aparecerme allí recién bajadita del bus, con todo el sudor encima, con el cabello desordenado, tomar aire inmensamente, tocar tu puerta y decirte: tú ganaste, te quiero a ti. Y luego, darte un beso, meterme a tu casa, quitarme la ropa, quitarte la ropa, mirarte un rato, reconocerte, enamorarme de verdad, besarte de nuevo para taparte la boca y no dejarte hablar, tirarte al piso, subirme encima de ti y empezar a escribir nuestra historia. Y en este tiempo, querido, se me han ido tantos aviones, he dejado de escribir tantas cartas, le he volteado la cara al destino, le he tapado la boca a mis amigas, he dejado de escuchar nuestras canciones y el destino me sigue poniendo tu nombre frente a los ojos y en momentos como estos siempre apareces para recordarme que TU eres el hombre, y que no deje que lo fueras, que tu eres el HOMBRE y que sin embargo tu estas allá yo estoy aquí y lo único que puedo hacer ahora es jalarme los pelos, comerme las uñas, sonreír mientras te pienso, recordar cuando me besabas y tener unas ganas locas de estar terrible, arrebatada, loca, sinvergüenza y entupidamente enamorada de ti (y no de el).

martes, 13 de febrero de 2007

Estoy enamorada del Dr. House

"¿Cuántas relaciones fallidas tendré que aguantarte
hasta que aprendas a amarte a ti mismo?
Literalmente hablando, claro".
(Dr. House)

Siempre nos han gustado los chicos malos, Fer; los canallas, los que nos sacan canas verdes, esos que tienen una boca que los condena. ¿Sabes por qué, Fer? Yo no tengo ni la más puta idea. Lula, decía que todas tenemos un novio malo. Lula era diferente a nosotras, siempre con chicos lindos y buenos, esos que las madres adoran; pero tuvo un novio malo, malísimo, más que todos los que tuvimos tú y yo juntas y ella se enamoró de él como de ningún otro.
Nosotras siempre queríamos hombres bien machos, que nos subyuguen, que nos jodan el cerebro, que nos manipulen, que nos digan: que no te pones esta ropa apretada, que mi mujer no se va a vestir como una puta de esquina. Siempre andábamos con hombres inteligentes que averiguaban nuestras tretas y nos daban la vuelta. Hombres como el Dr. House, sexys pero no guapísimos, sarcásticos e irónicos hasta el extremo. Hombres dañados emocionalmente, que no podían decir las palabras mágicas, que no podían amar porque no sabían qué era eso, porque de seguro no los abrazaron de chiquitos o una maldita bruja les rompió el corazón. Hombres que se burlaban de nosotras cuando decíamos tonterías, que eran rudos, que andaban como los niñitos de inicial que les pegan a las chiquitas que quieren.
Por qué, Fer, por qué; por qué estamos enamoradas del Dr. House; por qué vamos por allí cargándoles el maletín a liceados emocionales, a los malos de la película. Porque nos gustan los desagradables, los autosuficientes, los lejanos, los que no nos necesitan pero que en el fondo nosotros sabemos o queremos que nos necesiten.
Maldita sea, Fer, es imposible no odiar a ese pinche cabrón del Dr. House, que sabe todos los diagnósticos del mundo. Es imposible no odiar a ese maldito cojo pedante y soberbio, es imposible no mirarlo y querer ponerle un pie en el bastón para que se tropiece y se caiga. Es imposible, Fer, es imposible no odiarlo y también no amarlo cuando lo vez allí con sus ojazos celestes, su cabello desordenado, sus zapatillas huachafas y su sonrisa de medio lado. Es imposible no quererlo cuando lo vez comportarse como si fuera el amo del mundo (y vaya que lo es). Es imposible no amarlo cuando el cabrón de mierda nunca se equivoca y siempre le gana a todos. Por qué, Fer, por qué nos pasa esto a nosotras, tan lindas, siempre tan tiernamente cojudas, tan hábilmente educadas en los mejores colegios católicos de esta ciudad pacata. Por qué no nos puede gustar el australiano buenito, el oncólogo guapo o aunque sea la chica sensiblera; por qué carajo siempre tenemos que caer en las manos de los Dr. House. Por qué tenemos que ir tras de ellos como si redimirlos fuera la única razón de nuestra existencia. Por qué tenemos que chocarnos con hombres así una y otra vez como en un juego mecánico y si no nos chocamos por azar, entonces por qué nos aburrimos de los buenos y salimos a buscar a todos los Doctores House de este mundo.
Es que a las mujeres nos gustan los hombres malos, Fer; no nos gustan los muchachitos lindos que nos van a buscar y nos llevan flores, nosotras los miramos desde nuestras ventanas y nos reímos de esos pobre huevones. No nos gustan los que nos insisten tanto que nos cansan. Es bonito salir con ellos, sentir que somos la razón única de su existencia pero después nos aburrimos. Nos gustan los retos. Los hombres complicados, lo que usan casaca de cuero negra y conducen moto, los que nos joden, los que no nos llaman tanto, los que andan contrariados. Los que nosotras sabemos o creemos que nos quieren pero no nos lo dicen, no nos lo demuestran. Nos gustan los chicos a los que tenemos que pelar como cebollas.
Qué masocas, somos Fer, nunca vamos a cambiar. Moriremos en nuestra ley con nuevos videitos del Dr. más canalla y más rico de la tele.
Estamos irremediablemente enamoradas del Dr. House y de seguro a todas las mujeres se les cae un poco la baba cuando lo oyen decir que él no usa mandil, que él no atiende en la clínica y entonces solo podemos babear y mirarlo tapar todas sus canalladas con su sonrisa retorcida y su mirada de malo mientras él mismo se sabe el amo del universo.

jueves, 8 de febrero de 2007

¿Ca(z)arme? ¿Ca(z)arte?


He cambiado las ideas para mi boda. Antes quería tener una boda grande, de esas en las que invitas hasta al perrito del hijo del vecino, a las amigas de la promo a las que nunca ves, a la gente de la u con la que bebías café con coca-cola para estudiar para los sustis, a las tías que nisiquiera saben tu nombre y aunque ya tengas como 30 años siguen pellizcándote los cachetes y diciéndote: “cuánto has crecido”. Y quería tener un vestido kilométrico y a Lula y a Fer vestidas igualitas como mis damas de honor. Y a mis ex sentaditos en las filitas de la iglesia pensando: “cómo me la ganaron, carajo”. Pero eso era antes... ahora pienso en un matrimonio civil con mi familia pequeña, mi amigos más cercanos (osea no pasan de 4), algo íntimo y hermoso en estricto privado; como si fuera una quinceañera enamoradísima y embarazada de su primo hermano teniendo –por obvias razones- una boda ocultísima y remota en el rincón más perdido de la tierra. Y pienso en un vestido súper sencillo (creo que es por el calor de verano), en poca gente, en una cena súper íntima después de la boda, en un par de Strauss nada más, en llegar a una suite y pasar toda la noche tirando, en irme al día siguiente de viaje a un sitio frío (yo, que toda la vida he querido irme al Caribe, a un crucero, a Santa Marta).
He cambiado las ideas para mi boda. Ahora solo me falta el novio.
¿Se me quitarán también las ganas de ca(z)arme alguna vez?