En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

martes, 20 de mayo de 2008

Palabras mágicas / Labios cerrados

Entonces pensé en dejarte una nota escrita con labial. Una noche mientras dormimos en tu cama cogería un papelito blanco, cuadrado, pequeño, nada especial, uno de esos papelitos de notas y sacaría un labial rojo y escribiría lo que tengo que decir. Pondría el papelito en el cajón de tu velador y tú lo encontrarías a la mañana siguiente. Tendrías la libertad de hablar o no, de responder o no. Podrías decirme: ¿tú dejaste una nota en mi velador ayer? O simplemente decir tú también lo que tengas que decir. Pero pienso en otro escenario. Siendo tú tan engreído y tu madre tan buena madre, ella abriría para ordenar el cajón de tu velador y encontraría el papelito, lo sacaría y sonreiría como hacen las madres cuando saben que han empezado a compartir a sus hijos. Entonces tú te despertarías o entrarías al cuarto luego de bañarte con la toalla amarrada a la cintura y verías a tu madre con un papel en la mano y ella lo blandiría en el aire y tú se lo quitarías divertido y encontrarías la prueba de mi delito y enrojecerías y tu madre sabría que tú te acabas de enterar por primera vez. Y yo esperaría que me respondas. Aún no he descifrado si eres una persona de respuestas. Tampoco eres una persona de preguntas, lo sé. Pero yo esperaría que me respondas, que digas algo, que hables, que digas cualquier cosa excepto gracias. Empezaría a enloquecer, no podría dormir, dejaría de comer o comería demasiado, volvería a fumar, te torturaría, me torturaría y tú terminarías diciéndome: ¿por qué estás tan rara? Y yo me callaría, daría mil y un vueltas, inventaría algún motivo para mi rareza y antes de que te vayas acabaría por preguntarte: ¿viste la nota que dejé en tu velador la otra noche? Y lo más probable es que tú me responderías: ¿cuál nota? Eres tan distraído y yo siempre soy tan dramática.

Una más de Will (la del estribo)


Yo me reunía a chatear con él los periodos que teníamos libres en el colegio (era una vaina coincidir). Él dejaba de jugar fútbol, yo le sonreía al profesor de computación para que me dejara utilizar una máquina. En ese tiempo recién aparecía internet. Yo había abierto mi primer correo electrónico. Él tenía internet en su casa. Chateábamos, nos enviamos correos, hablábamos por teléfono. Coqueteábamos como dos buenos muchachitos católicos. Nos tomábamos de la mano y luego nos soltábamos. Éramos lindos.
Yo que sabía que él…, y el sabía que yo…

“Me alegra que tu hermana esté bien. Voy a escribirle de todos modos. No tengo ninguna tocaya por acá. Cómo dices que se llama tu sobrina? Bueno, como estamos jugando a las preguntas, pregúntame lo que quieras y yo te responderé

“La pregunta que te quiero hacer está al final de la página.
Mi otra hermana tiene un nombre bien raro se lo pusieron sus padrinos igual que a ti.
NO SEAS CURIOSA TERMINA DE LEER EL MAIL Y LEE LUEGO LA PREGUNTA.
Ayer fue chévere chatear contigo pero la conexión se fue muy rápido. Tenía clase de biología. La biología es horrible. No sé como no pueden gustarte las matemáticas.
Estuve pensando en que pregunta podría hacerte pero no se me ocurrió nada interesante así que porque no escribes tú la respuesta a la pregunta que te hubiera gustado responder

(Mmm… es más inteligente que yo –pensé- y la mano no me tembló para responder el siguiente mail:

“Sí”

(Pensándolo mejor decidí ser un poco mala y respondí:

“Tal vez”