En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 26 de julio de 2013

La culpa, mi culpa

Creo que soy culposa por naturaleza. La culpa va unida a mi yoyismo. Siempre soy y siempre siento que podría ser yo por algún motivo. Casi como si mi catolicismo hubiera entrado demasiado fuerte en mi y entonces en diversas situaciones sintiera todo el peso del pecado original aplastándome, es como si este nunca hubiera sido borrado, como si mi bautizo católico no hubiera tenido efecto. Es entonces cuando me pregunto si seré yo, y siempre concluyo que podría ser yo, porque frecuentemente encuentro múltiples razones para ser yo de alguna manera y por algún motivo.
Si alguien está molesto podría ser conmigo por esto o por aquello, si algo salió mal podría ser mi responsabilidad por esto o por aquello, siempre encuentro algún motivo que me involucra directa o indirectamente en la molestia de los demás.
Claro, mi capacidad de análisis me hace recuperar un pequeño rastro de objetividad, pero, de todos modos, yo siempre siento que puedo ser yo, eso no deja de estar allí.
Nunca he analizado a fondo eso, nunca sé porque mi inseguridad o mi sentido de la responsabilidad o mi ser culposo termina involucrándome en asuntos en los que objetivamente yo no tendría absolutamente nada que ver.
Me siento culpable, siempre me siento culpable, y quiero desterrar la culpa de mi vida. Necesitaré un bautizo simbólico que me libre de todas las culpas, de todos los pecados originales, de todo esto que a veces me jode como si fuera un dolorcillo pequeño y tonto pero que existe y nunca desaparece del todo. Como si fuera una pequeña piedra que en algún momento podría desencadenar una avalancha emocional. Tengo que liberarme de esta culpa tonta. Tengo que hacerlo.

martes, 16 de julio de 2013

Cambios

He pensado que morías y me he espantado. En realidad he pensado en que quería dejarte y luego he pensando en que tú me dejabas a mí y me he espantado. Dejar a alguien o que alguien te deje es una muerte.
Luego dos personas han partido de mi vida: una porque se va a mejores rumbos y ya no será mi colega de escritorio, otro lugar la espera, otros colegas, otras tazas de café; la otra se ha ido porque su cuerpo no ha aguantado y se fue..
¿Cómo será morirse? (Morirse de dejar de existir, no de irse... Cómo será...)
Me he imaginado allí metida en un cajón, como en las películas, viendo desde arriba todo lo que pasa.
Ojalá que hayan muchas flores, he pensado. Que nadie vista de negro, he decretado.
No sé si yo también me terminaré yendo, de irme lejos, a otros lugares (no de morir) y ocasionaré pequeñas muertes en lugares y personas. Irse siempre es un reto, un reto igual de difícil que quedarse en algunos casos.
En estos tiempo escépticos y un poco duros, yo he dejado de esperar algunas cosas y espero más que nunca otras. No sé si las cosas salgan como espero o planeo. A veces pienso que no tengo tanto miedo a los cambios, que más bien los espero; pero otras veces, como cuando me veo pensando en dejarte e irme por otro caminos y te lo digo y tú me escuchas y me procesas y te quedas callado y tu silencio dura días o horas (en realidad dura segundos que para mi se prolongan demasiado en el tiempo) y el ambiente se vuelve frío, pienso que eres tú el que va a irse y dejarme, ocasionando en mi una de esas pequeñas muertes de las que hablo y entonces me da miedo, me da una angustia en medio del pecho y no sé que hacer y pienso que no podría dar ni un paso sin ti y luego me calmo y pienso que ne realidad no es que quiera irme sino que solo quiero moverme, sí, es eso, solo quiero moverme.