En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

martes, 20 de mayo de 2014

La vulnerabilidad

A nadie le gusta verla ni reconocerla. Nisiquiera reconocer que también la tiene. Es mejor pensar que uno es fuerte y que las cosas no le afectan. Pero no es así. Está allí y aparece para recordarte cosas: como que tienes miedo (a los cambios y a que las cosas que no se muevan, por ejemplo, paradojas de la vida...).
Aunque no quieras te encuentra, te sorprende en las cosas más mínimas. Yo ya no me espanto de tenerla, aunque a veces me sorprende ver que soy más frágil de lo que creo, que las cosas más mínimas pueden afectarme de una manera exorbitante.
Pienso, sueño, deseo, amo y lloro, me molesto y sufro y escucho una canción que me hace recordar mis ilusiones y envidio y deseo de nuevo y sale a flote mi fragilidad.
Y aunque todo esto sea difícil, aunque a veces odio ser tan sensible, es también bonito saber que uno está vivo porque siente, saber que uno puede ser intenso porque tiene la capacidad de explotarse al máximo.
Ella está allí y no se puede hacer nada.