En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

miércoles, 28 de agosto de 2019

El agradecimiento

Me siento contenta y afortunadamente (sí, me da un poco de miedo escribirlo). Es una increíble fortuna poder acomodarme para hacer todo lo que tengo pendiente e ir avanzando poco a poco. Es afortunadísimo tener quién me acompañe a ver la película de cine que estaba esperando (y que hasta estaba dispuesta a ver sola) y mas aún tener dinero para comprar la entrada, ir a comer algo antes y encima comprar cancha.
En verdad, me siento muy agradecida. En este momento en especial por lo material, o sea, en general no solo por lo material. Tengo agradecimientos más profundos y hermosos: que mis padres estén vivos y bien de salud, que estén conmigo, que pueda engreírlos, tener trabajo y encima uno que me gusta mucho, tener reconocimiento en el trabajo (que es algo maravilloso que no siempre pasa), tener un chico lindo que me quiere y me engríe y se preocupa por mí. Tengo miles de cosas así que agradecer... son demasiadas. Siento que la vida está siendo en extremo generosa conmigo y sí, me da un poco de miedo decirlo (escribirlo), pero no lo hago con soberbia, sino con mucha humildad, regocijo y agradecimiento por todo ello. Por eso decía que me sentía agradecida por lo material, porque además de todo lo maravilloso que acabo de mencionar (sobre todo lo de mis padres), que alcanza y sobra para tener una vida bastante feliz y agradecida, tener la posibilidad de que matarme chambeando todo el día me retribuya en algo material que me permite tener otras felicidades y dar otras alegrías a los que quiero es en realidad muchísimo. La vida me tiene reflexionando últimamente en eso: en lo infinitamente agradecida que tengo que estar por (además de cubrir mis necesidades básicas y todo ello) poder comprar una entrada al cine, una cena, un taxi. Quizá pueda sonar un poco bobo, no sé. Creo que en realidad no lo es. Creo más bien que estas son cosas tan cotidianas que uno se olvida de agradecer. Yo vengo recordándolo mucho últimamente y me siento bien con eso.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Las manías

Ayer cogí una pinza y me arranqué un pequeño lunar que me había crecido debajo del ojo. No soy estúpida, sé que esto no está bien. Sé que arrancarse algo de la cara con una pinza sin esterilizar puede llevarme a tener una infección y cosas más terribles. Pero no puedo... Mi cara y yo no íbamos a estar tranquilas con ese cuerpo extraño.
Hace poco más de una semana también me arranque una pequeño grano encapsulado que tenía en la frente. Estaba junto en el medio, si hubiera sido rojo habría parecido una hindú. La primera vez que me salió ese grano pensé: "Sería terrible si se quedara allí" y mis palabras me llevaron al diablo porque se quedó allí por meses. El otro día no aguanté: lo arranqué. Incluso cogí una especie de aguja y me arranque una pequeña costra que estaba por debajo de la primera capa de piel. Sangró regularmente. Al día siguiente, tenía una costra en medio de la frente. Tuve mucho que hacer y no me preocupé de maquillarla. La llevé en la frente como un recordatorio de mis manías y mi estupidez, pero estuve tan ocupada que no le hice ni caso. Como iba a ver a mi madre al día siguiente tuve que usar el maquillaje y casi se disimuló el asunto.
Desde chica me es muy difícil dejar una herida sanar. Cuando en mi primera juventud aprendí a hacerlo, mi piel empezó a jugarme malas pasadas. Las ronchas se me quedaban en la piel como manchas o a veces la piel las encapsulaba y se volvían pelotitas pequeñas. Una vez me quitaron una quirúrgicamente, no quería que se viera con la ropa de baño. Mi piel hizo una reacción terrible al esparadrapo antialérgico y ahora tengo dos manchas: la de la alergia y la de la pelotita extirpada.