En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

jueves, 25 de octubre de 2018

Mi gran capacidad

En estos días me sorprendo de mi capacidad de poder seguir con mi vida y con mis cosas. A pesar de todo lo que me está pasando, de ese duro golpe del que hablaba, el otro día me sequé las lágrimas a manotazos, me sorbí los mocos y llegué a dar una clase que creo que salió muy bien. Hoy, después de otro duro golpe del mismo tipo y por la misma circunstancia, tuve que ir a una ceremonia y para suplir a alguien sentarme en una mesa y dar un discurso, sin papel, así en el acto. No sé cómo pude alejar un momento de mi cabeza todos los números malos de las pruebas médicas, todas las puertas que se me iban cerrando. Me paré en el podio y hable, miré a la luz que venía de los reflectores y hablé bien, inspirada, tranquila. Las autoridades me felicitaron después, me sentí calma, en paz. Cuando salí me regresó a medias la cara de velorio y el dolor del golpe, necesité tomar el teléfono todo el trayecto del taxi de camino a casa para sentirme acompañada y abrigada por las palabras de un buen amigo. Fue bueno, fue reconfortante. 
Para algunas cosas es bueno tener 37 años. Haber pasado por varias cosas. Tener experiencias. Tener fuerza. Ya no tirarse a la cama al primer golpe. Seguir y poder incluso pararte en frente de un público y que parezca que toda va bien. Creo que soy fuerte eso me hace tener fe en mí misma. 

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