Cuando un amigo se va...
La verdad: temo mucho que él nunca más quiera saber nada de mí. Me mudaré de casa pronto y él no la conocerá. Tendré un hijo y el no podrá verlo: no conocerá sus ojos, su risa, nunca lo cargará. No volveré a sentir su abrazo ni hablaremos con el lenguaje secreto que inventamos hace años. Se me va haciendo agua el corazón...
El tiempo pasará y seremos extraños. Ni siquiera sé si volverá a saludarme si nos cruzamos por la calle o peor aún: nos cruzaremos y él me saludará solo agitando la mano como quien ha olvidado que nos conocemos desde los 18 años, que hemos llorado juntos, sufrido juntos, festejado juntos, amado sin límites y participado tan intensamente en la vida del otro que parece mentira que ahora yo tenga que estar escribiendo algo como esto.
Pronto o en algún momento más cercano o lejado nos habremos olvidado. Él me habrá olvidado a mí. Ya no le interesará saber si soy feliz, si sigo escribiendo, si cualquier cosa...
Temo mucho que solo nos volvamos a ver en el entierro de nuestros padres o que ni siquiera nos enteremos cuando eso pase y que estemos separados. Temo mucho que lo que sea que haya pasado para que él se haya alejado de mí sea algo que pueda resolverse y nunca se arregle. Temo mucho perder lo que ya se ha perdido.
Pero, aquí, hoy, en esta noche en que pudimos haber estado juntos y felices, solo puedo quedarme con mis dolores y temores y respetar lo que él ha decidido: alejarse voluntariamente. No hay nada más que pueda hacer, quizá solo escribir esto para limpiarme un poco el alma, para que esta situación me duela un poco menos, para dejar por sentado que cuando un amigo se va deja un espacio vacío, de eso no hay duda.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal