En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 8 de julio de 2011

Felicidad en días de frío

Hoy me siento contenta. Con esa alegría que viene mezclada de un bombazo de energía que te hace querer moverte, correr, dar vueltas desesperadamente y como estás sentada en un escritorio, en la oficina, y es imposible hacer todo esto, entonces te empiezan a dar nervios y ansias y terminas por hacer algo para liberarte. Y yo escribo esto.

Estoy contenta porque te quiero y sé que me quieres. Porque me has dado un pedacito de la torta, el pedazo que yo siempre había querido, el que me gusta, el que siempre he querido comerme y eso me hace feliz. Y eso me da energía. Pero eso también me hace sentir extraña porque como cada vez que me pasan cosas buenas, cosas demasiado buenas yo empiezo a verle 3 pies al gato y empiezo a sentir que realmente no me merezco que cosas buenas me pasen y me siento como si fuera la muñeca fea de la canción infantil. Más aún si siento que en algunos momentos de mi vida la gente que quiero (algunas personas que quiero) han jugado con mis temores, con mis miedos más ocultos, con justamente esos asuntos sensibles que pueden hacer que yo me caiga en pedazos. Y entonces todo este amor, toda esta energía, toda esta buena onda, todo este pedazo de torta de chocolate con doble fudge y butterscotch me duele un poco, y me intranquiliza, y me zumba, y me hace pensar que las cosas no están 100% bien.

Igual es bonito saber que a uno lo quieren, saber que la gente sabe que a uno lo quieren, saber que uno no ha tomado decisiones tan erradas, saber que uno está en el lugar que debe estar (aunque en algún momento tenga que irse).

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