En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 27 de agosto de 2010

Y no estabas tú...

La música era hermosa. Yo había llegado con angustia, con dolor en el corazón y miedo en el estómago. Había llegado triste, partida. A los pocos minutos tú apareciste: hermoso y fresco como una lechuga. Yo tenía tanto dolor en el corazón. Te quejaste de mi cara. Yo quería hablar de todo: de todo lo que nunca puedo hablarte, de todo lo que siento y no debería. Tú querías pasarla bien conmigo, me querías, decías que eras feliz y que el único problema era mi cara (larga).
La música era hermosa, yo imaginaba que iba a llorar (y lloré). Tú me miraste, no entendías nada de nada. Estabas a mi lado y yo lloraba como si te hubiera perdido para siempre. Y tú te desesperabas. Y yo lloraba. Y la música era hermosa, hermosísima. Y yo estaba tan sola allí conmigo, y contigo a mi lado, y no estabas tú (como en la canción) aunque apretabas mi mano y dabas un beso en la mejilla. Y la música me abría agujeros en el corazón. Y allí estaba yo sola conmigo misma y con toda esta mierda que no sé cómo superar.

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