En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

lunes, 23 de agosto de 2010

Mi madre me dijo...

..tú nunca vas a estar sola, yo siempre te apoyaré en todas las decisiones que tomes. No te sientas tonta, todo el mundo se equivoca, es sabio perdonar y cuando uno perdona debe hacerlo con olvido, siempre con olvido.
Yo lloré, lloré cántaros, lloré mares, me pasé todo el trayecto del micro hasta una zona suburbana llorando, llorando mucho, con dolor.
Mi madre no me consolaba. No me tocaba. No me miraba llorar inquisidoramente ni con compasión. Sus ojos no me veían con dolor. No me retaba. No me jalaba la lengua para seguir hablando. No me gritó: "te lo dije" ni "nunca confíes en los hombres". No me dijo lo que yo había casi jurado que me diría: "no seas tonta". Solo me miró. Escuchó. Habló. Y yo le agradecí no mirarme ni con pena ni con consuelo, solo con sabiduría.
Mi madre me repitió varias veces: "yo siempre te apoyaré" y "en la medida que tú quieras todo será como antes".
Hay cosas que pasan, me dijo. Hay gente que es así. Para algunas personas es normal. Yo seguía llorando sintiéndome una tonta. Cogí huevos y le pregunté: "tú verías mal si yo regreso". Y mi madre, me sacó de cuadro cuando me dijo: "yo no me puedo meter en eso, es solo tú decisión, pero yo te apoyaré en lo que decidas".
Luego con mucha tranquilidad, naturalidad y gracia, y cuando yo había dejado de llorar, mi madre concluyó diciendo: "todos los hombres son unos miserables". No me atreví a preguntarle si mi papá también.

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