En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 28 de mayo de 2010

Tengo un maldito dolor de cabeza. Acabo de colgar el teléfono. He hablado contigo 6 minutos. En realidad quería que me dijeras que llamarías luego de tu compromiso. Es por eso que me he molestado o que me he puesto conflictiva. Al final no ha pasado nada. No hemos peleado más. Solo hemos tenido "un vache" como dice últimamente. "Tenemos una comunicación llena de baches", dice. Yo también he ensayado una frasde: "no he vuelto a escribir sobre nuestra cama".
Tengo un maldito dolor de cabeza. Debo haber empezado a somatizar. Miguel dice que uno no debe angustiarse por las cosas que uno no puede controlar. Miguel es sabio pero no tiene todas las respuestas.
Ayer estuve con dos de mis novios. Fui feliz. No me dolía la cabeza. También estuve con mi amiga Pot, fue chévere.
Por lo menos ahora no estoy angustiada. Pienso en llamarte de nuevo y me entra dolorcito en el corazón. No quiero que te molestes conmigo. No quiero tener dolorcito en el corazón. Quiero ser feliz.

1 Comentarios:

A la/s 5/6/10 10:03 p.m., Anonymous Constanza Belle dijo...

A veces nos enfrentamos a heridas que no cicatrizan. La mayoría de las heridas son más profundas de lo que podemos imaginar, y no podemos verlas con la vista, pero que aun así, ahí está el dolor. Dolor sin más, el dolor con el que convivimos a diario, un dolor que no podemos ignorar, un dolor tan enorme que borra todo lo demás y hace que el mundo se desvanezca. Y a ese dolor le llamo, el dolor del amor que no podemos tener, el amor doloroso, el amor sin final aparente...

 

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