Él
Ha venido a
buscarme él. He recibido una llamada suya, como suele pasar a veces. Hay días
en que veo su número aparecer en mi teléfono, no es voluntario, pero la mayoría
de veces nunca llego a contestar. Al principio nunca le devolvía las llamadas -
por flojera-, en general suelo ser más cumplida con las personas (pero dado que
esta no es una persona cualquiera no rellamaba nunca). Luego empecé a
devolverle las llamadas muy puntualmente, fue por una cosa del hermano. Una vez
me había llamado pq el hermano tuvo un infarto y él estaba solo. Me sentí
terriblemente mal por no haber devuelto la llamada cuando la vi y desde
entonces empecé a devolverte todas las llamadas que –como ya he dicho, sin
querer- veía tardíamente en mi teléfono. Hasta que de nuevo volvió a cansarme. Fue
después de encontrar una llamada suya a las 3 de la mañana; la vi, me preocupé,
pensé que había habido otro infarto, otra emergencia, y le mandé un mensaje de
texto al día siguiente cuando me percaté, y me respondió que todo bien y no dijo nada más. ¿Quién diablos te llama
a las 3 de la mañana? y lo que es peor: ¡¡¡¡para nada!!!! Decidí hacer lo
que me diera la gana: devolver la llamada si quería, no hacerle caso si eso me
provocaba. Finalmente si el hermano estaba enfermo, la mascota se moría o él
tenía alguna palta existencial: ¿me correspondía a mi atenderlo? ¿debía yo
encargarme de él? ¿acaso tenía esa obligación? Nosotros no éramos amigos, no teníamos
una relación cercana, éramos personas con historia, nada más (si se le puede
decir nada más a eso). Él era la persona por la que yo estuve totalmente loca,
la que me había roto el corazón, con la que había pasado tantas cosas… Pero
ahora, en la realidad real del año 2012 no era mi amigo: no hablábamos
fluidamente, no nos contábamos confesiones, no nos saludábamos por los cumpleaños,
no íbamos a almorzar o por un café o al cine, no teníamos nada: pero en
realidad teníamos algo: un vínculo, una historia común de miles de años atrás.
Por eso ahora que recibo su llamada y me dice que quiere hablarme yo no puedo
hacer otra cosa (mejor dicho: no me sale otra cosa) que atender y decir que sí (y también peinarme un poco y
adelantar el maquillaje del compromiso de la tarde). Y no puedo hacer otra cosa
que sentir extrañas y estúpidas incomodidades y pulsadas, y no pregunto: ¿de
qué quieres hablar? ¿para qué quieres venir a verme? No digo de frente: estoy
muy ocupada o postergamos la reunión para dentro de una semana, te digo: ven en
un par de horas y empiezo a formular hipótesis sobre el motivo de tu visita:
algún proyecto loco, alguna cosa tonta, alguna ayuda que necesitas, es eso o es
algo que tenga que ver con nuestra pasada historia común: es que aún me tiene
allí pegada como una lapa en algún rincón de él, es que quiere decirme algo
sobre eso. ¿De qué más podríamos hablar él y yo?: del pasado o de algo que él
desee en su presente. También podría ser de mi y de algo que yo desee de él,
pero para eso tendría que haber planteado yo la reunión y la verdad, hace
muchos años, demasiados años, que yo no deseo nada de él: ni amor ni respuestas
ni asesorías ni compañía nisiquiera una amistad fluida de las que se mandan
tarjetas por Navidad. No deseo nada de él. Después de más de 5 años, no deseo
nada de él. Claro, deseo que le vaya bien, que sea feliz, que encuentre su
camino, que actúe bien, que la vida le dé cosas buenas. Pero no deseo tenerlo
en mi vida, es decir, en mi vida cotidiana de salidas, agendas, reuniones,
visitas a amigos, no porque le tenga mala voluntad sino porque no encaja en mi
vida. Ya lo he dicho, en la actualidad, él y yo no compartimos nada, salvo una
historia pasada. Pero no es de eso de lo
que me interesa hablar sino del pequeño poder que él aún tiene sobre mí. No lo
amo no lo necesito, le quiero como un “amigo”, como un ser humano, aprecio su
inteligencia, aprecio lo que aprendí con él pero más allá de eso no hay nada:
ni resentimiento ni rencor ni entusiasmo, y aún así él tiene cierto poder sobre
mi. Es algo intangible, incorpóreo, pero está allí. Es algo que no sé definir y
aunque no es visible todo el tiempo está allí. Está allí cuando él llama y yo
respondo y soy amable, más amable que con cualquiera. Está allí cuando tomo
parte de mi tiempo en hacer hipótesis divertidas (aunque sea para darle trabajo
a la memoria). Está allí cuando decido adelantar el maquillaje de la tarde.
Está allí ahora, cuando dejo el trabajo y escribo esto. Es una estupidez, no sé
definir porque, pero está allí.
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