Mi esposo y su papá son iguales
Mi esposo y
su papá son iguales. Lo descubrí un día en que escuche la risa de mi suegro,
medio cachasienta, aguda, divertida y reconocí que es la misma risa de César.
Igual: mismos decibeles, misma ironía, misma sinfonía entrecortada. Desde
entonces los observo de vez en cuando.César acercándose y colocando la manguera en la misma posición. Mi suegro ayer en una
conversación casual haciendo chistes cachasientos
y al rato pasando a darnos una clase de ingeniería genética, mutación de virus
y uso de cultivos. Igual que César, que la mayor parte del tiempo es un alma
libre, lúdica, simple, que dice locuras y hace bromas bastante básicas, pero
que de pronto, cuando le preguntas por un libro o por algún dato de la coyuntura
actual puede iluminar todo un cuarto con su sabiduría. Son iguales. Igual de
humildes con lo que saben y lo que tienen. Igual de sencillos en su ropa, en su
andar, en sus lentes, en sus gestos. Son realmente iguales, pese a que son tan
diferentes. Mi suegro: tan expansivo, tan alegre, tan coquetón, tan bailarín,
tan alma de la fiesta, tan dispuesto a desvelarse y continuar la rumba o
armarla. César: tan discreto, tan perfil bajo, tan “me levanto temprano y me
voy a dormir temprano”, tan “no bailo”, “no bebo”. A pesar de eso, son iguales.
Son iguales ahora mismo mientras ven televisión a pocos metros de mí con las
manos en la cabeza. Me gusta mirarlos y re-conocerlos.
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