En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

viernes, 19 de abril de 2019

Mi esposo y su papá son iguales


Mi esposo y su papá son iguales. Lo descubrí un día en que escuche la risa de mi suegro, medio cachasienta, aguda, divertida y reconocí que es la misma risa de César. Igual: mismos decibeles, misma ironía, misma sinfonía entrecortada. Desde entonces los observo de vez en cuando.César acercándose y colocando la manguera en la misma posición. Mi suegro ayer en una conversación casual  haciendo chistes cachasientos y al rato pasando a darnos una clase de ingeniería genética, mutación de virus y uso de cultivos. Igual que César, que la mayor parte del tiempo es un alma libre, lúdica, simple, que dice locuras y hace bromas bastante básicas, pero que de pronto, cuando le preguntas por un libro o por algún dato de la coyuntura actual puede iluminar todo un cuarto con su sabiduría. Son iguales. Igual de humildes con lo que saben y lo que tienen. Igual de sencillos en su ropa, en su andar, en sus lentes, en sus gestos. Son realmente iguales, pese a que son tan diferentes. Mi suegro: tan expansivo, tan alegre, tan coquetón, tan bailarín, tan alma de la fiesta, tan dispuesto a desvelarse y continuar la rumba o armarla. César: tan discreto, tan perfil bajo, tan “me levanto temprano y me voy a dormir temprano”, tan “no bailo”, “no bebo”. A pesar de eso, son iguales. Son iguales ahora mismo mientras ven televisión a pocos metros de mí con las manos en la cabeza. Me gusta mirarlos y re-conocerlos.

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