En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

martes, 21 de octubre de 2014

Aprender...

que tú y yo somos diferentes ha sido uno de los mejores conocimientos adquiridos estos últimos años.
(Así te escogí, así te quiero, aunque a veces me saques de quicio con algunas cosas y yo a ti).
Aprender que tú y yo tenemos diferentes maneras de amar y de expresarlo (pero que coincidimos en lo básico) me ha ayudado tanto a quitarle peso a mi mochila. Creo que esa es la base de convivir con alguien: comprender las diferencias y amar aún en la diferencia.
Yo podría quedarme toda la vida esperando cosas que sé que tú jamás harías, como el ejercicio inútil de pedirle peras al olmo, así mismo. Podría incluso fregarte y fregarte para que hicieras o actuaras de alguna manera, lo conseguiría quizá... Podría también deprimirme pensando que el hecho de que no hagas tal o cual cosa de la forma en que mi mente lo sueña significa que eres malo, loco o des-amorado. Sí, podría, pero ya me canse de sabotearme a mí misma. Ya me lo decía el sicólogo y tardé mucho en comprenderlo: "no puedes pedirle a alguien cosas que no es". 
No es resignación, creo que es madurez. Soy feliz y no me hace totalmente infeliz y desgraciada no tener algunas cosas en mi vida. Me conformo con lo real y lo sustancial, el resto son formas.

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