En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

martes, 26 de octubre de 2010

Me he pasado más de media hora leyendo declaraciones de amor de dos amigos en Facebook. Yo nunca he sido ligera con las palabras de amor. Nunca he podido decir "para siempre", "para toda la vida" o "este es el nombre que quisiera ponerle a nuestros hijos". Pero me hubiera gustado. Me hubiera gustado haberlo dicho cuando por lo menos lo he pensado. Haberte dicho a ti, que te amaba con todo mi corazón, que quería tener una casa contigo y cocinarte cosas riquísimas y que quería morirme contigo, aunque quedarme contigo significara morirme de hambre. Hubiera querido decirte esas palabras que nunca te dije. Hubiera querido decírtelas a ti, como se las lloraba a mis amigas, como las usaba como bandera con mi familia, como las escribía en mi blog, en mi diario, en las cartas que he guardado. Todas esas palabras de amor que jamás te dije... Hubiera querido comerme el orgullo, llenarme de valor y decirte muchas de estas cosas, aunque ahora casi 10 años después (no son diez, pero diez suena un número perfecto, suena a canción) todo eso se ha esfumado y todos esos para siempre y sueños de casa no hayan pasado de "buenas y nobles intenciones". Pero no es en ese sentido que recuerdo las cosas ahora, tampoco con ese pensamiento malicioso que me hace creer que de todas las parejas que conozco que se juran amor eterno diariamente en el Facebook 3 de 5 terminan con un corazón roto, estado de "soltero" y un par insultos y cuentas bloqueadas. (Sí, cada vez estoy más cerca de convertirme en la escéptica más romántica del mundo, pero escéptica al fin). Pero no es en ese sentido en que quiero recordar mis propios silenciosos mensajes de amor y las palabras de amor que no he dicho. Es que ahora, 10 años después, ¿a dónde se han ido todas esas palabras?, ¿dónde están ahora que ya no son nada? He debido decírtelas todas. He debido mirarte a los ojos y decirte: "YO ME HUBIERA IDO A CONSTRUIR UNA FÁBRICA DE HIELO EN EL POLO NORTE SI TÚ ME LO HUBIERAS PEDIDO". "Tú eras mi brazo, mi pierna, uno de mis ojos". "Tú eras mi familia". "Ya había escogido el nombre de nuestros hijos". O simplemente haber podido decir: "te amo" de buena manera, no usándolo como un arma o como un ruego o como un intercambio de palabras, decírtelo de frente, para que ahora 10 años después, esas palabras que fuerom hayan tenido un lugar donde reposar, donde quedarse, donde morirse, donde detenerse en el tiempo. Visto así ya no me parece ridículas las declaraciones de amor de "5 minutos". Es mi envidia (de la buena, de la sana) la que me hace llamarlas así y meterlas todas en un mismo saco. Mi envida y mi incapacidad de hablar ligeramente. Ojalá volviera a tener 16 años y reinventarme de nuevo. Entonces diría todo lo que no he dicho, aunque sea para que se lo lleve el viento.

viernes, 22 de octubre de 2010

Canción

Una vez alguien me cantó esta canción y me la grabó en un disco que aún guardo con cariño y nostalgia. En otra versión (en honor a la verdad) pero esta es la que más me gusta y la que siempre me hace acordar a él y solamente a él. Tengo esta canción grabada en la mente desde que la oi en el trailer de una película que no recuerdo ni cual es.
Una vez alguien me cantó esta canción y lo extraño. Ahora que ya no está en mi vida (si es que él alguna vez se sintió parte), ahora que ya no está esperando, la profecía se ha cumplido: él me ha olvidado y yo -que nunca tuve los huevos para quererlo- no lo voy a olvidar. Y quizá así sea mejor. Quizá yo nisiquiera tenga que despedirme sino solo resignarme a pensar en él -a pensar en ti- en tiempo pasado y simplemente recordar que tú eres mi historia bonita.
Te extraño, a veces te extraño, extraño lo que representabas para mí, lo que nunca tendré, lo que no quise tener, por eso es bueno que estés lejos, así como el niño de las alas de cera no podía acercarse al sol, para mí siempre será infinitamente mejor que no estés aquí, para ti será infinitamente mejor, sobretodo.
Te quiero chico, que seas muy feliz... aunque no sea conmigo.

martes, 12 de octubre de 2010

Queremos tanto a María

María estudio conmigo una clase en la universidad, era una muchacha sencilla y callada, que no participaba en las clases y rehuía las preguntas del profesor. Saludaba a todos con una sonrisa chueca. Se juntaba con las chicas feítas del salón. No era muy hermosa, pero era buena. La bondad se le notaba en la cara, en la voz, en la sonrisa. Era una chica buena de verdad. Yo no la conocía mucho y conversabamos poquísimo pero aún así yo sabía que María era buena y pausada.

Vestía como profesora antigua con una blusa hueso demasiado ancha y bastante percudida, y a veces un poco sudada. Se ponía una falda o un pantalón negro con zapatos que nunca combinaban. No sé si era brillante o no. No lo recuerdo. Sólo sé que yo, que era brillante y guapa y popular, terminé aprobando el curso con un 11, luego de un sustitutorio que me hizo sudar frío, y María no estaba en el exámen. No recuerdo si se graduó conmigo en mi base, en mi misma ceremonia, pero creo que nunca jaló ningún curso.

María tuvo un novio en la universidad: Jacinto. Que tampoco era guapo (pero sí el más alto de la clase), que tampoco era popular pero sí inteligente. Era muy callado pero las pocas veces que abrió la boca fue para desulmbrar a la gente con el buen manejo de la teoría y para hablar de lo mucho que le gustaba María. A María, Jacinto le decía Fe (que era su segundo nombre) y algunas en su grupo de amigas también le llamaban Fe. No había pensado en María en mucho tiempo pero inevitablemente (tampoco es que lo haya querido evitar) me había chocado con ellas dos que tres veces después de terminar la universidad. María invitándome un café, María hablando de seguir los sueños, María sintiéndose contenta porque admiraba que yo estuviera haciendo lo que siempre he querido.

Hace unos meses me choqué con María en el trabajo de mi mejor amiga, estaba haciendo un trabajo de apoyo, pausada, tranquila, poniéndole punche, esperando que secretamente después la contraten, pero sin decir una palabra. Hable con mi amiga, di las mejores referencias de María y la contrataron rápidamente. Nisiquiera se habían percatado del buen trabajo de la voluntaria. La vi dos meses depués había hecho su primera venta (modestísima, pero era su primera venta) y todos la felicitaban, le habían preparado un brindis, su novio (no Jacinto, sino el actual) le había enviado un arreglo de flores enorme que decía: "Con amor para Fe" y había llegado a la celebración trayendole un (anticuado) peluche, con un posterior beso de película. Todos abrazaban a María, se tomaban fotos con ella y se veían tan felices.

María con su nombre común, con su "aspecto de plaza de pronvicia", con su caminar lentito e indistinguible entre la multitud, allí tan feliz. Y yo: con un trabajo mejor, con el huracán encima, con el novio más guapo, pero sin las flores, el brindis de los compañeros de trabajo, la alegría, la sencillez, la tranquilidad.

Amamos tanto a María, que es tan diferente a mí. Yo nunca podría ser como ella. Sin embargo ahora, el otro día que la vi, hubiera querido ser María, llamarme María, tener su trabajo de sueldo mínimo, su novio feo que le mando las flores y llegó a verla y la beso con orgullo frente a toda su oficina. Hubiera querido -no importa- tener un destino tan simple como ser profesora de colegio, tener un esposo profesor, dos sueldos mínimos, un cuarto pequeño, dos bebés llorando (que después estudiarán en modestos colegios parroquiales). Hubiero querido no tener un apellido portugués, una familia que bebe vino verde, no haber ido nunca a Lisboa. Hubiera querido, quisiera por momentos, ser María, con el "aspecto de plaza de provincia", con el trabajo voluntario, la carrera recién al empezar. Yo hubiera querido llamarme María y tener el brindis en el trabajo por una venta de S/.230.00 y que eso sea toda la felicidad del mundo. Y que no me importe si mañana, si pasado, si más tarde. Si te quedas o te vas; te pierdes o me engañas. Si te dejo o me busco uno o dos amantes. Si me mudo o me quedo en mi casa. Si puedo o no hacer la tesis. Si engordo uno o dos kilos.

Queremos tanto a María, todos los que queremos a María, la queremos tanto porque en realidad no se parece nada a mí, y creo que en muchas, muchísimas cosas tiene mejor suerte que yo, y obviamente también es más buena.