En una jaula de cristal

Siempre he querido escribir un diario, pero con un afán voyeurista. A pesar de ser reservada creo que cuando hay un incendio es bueno echarle un gran chorro de agua, por eso escribo esto como letras arrojadas al viento desde una urna transparente.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Cada pérdida es una pequeña muerte. Cada alejamiento también lo es. En todo este tiempo he tenido muchas pérdidas. Pocas personas que han muerto, así de morir y cremar o enterrar. Muchas más personas que se han ido o que por cosas de la vida andan ahora más allá que acá. Este año he perdido muchas cosas: las ganas, la buena vibra, la motivación, la sonrisa que tenía cuando llegaba a trabajar, un poco de educación, ciertas cuestiones éticas-morales, cierto egoísmo, algunos hilos que me unían con mi familia, mi iniciativa para organizar fiestas familiares, mis dos que tres taras para hablar de frente, algunos amigos, otras personas que no eran mis amigos, mi confianza en el mundo y otras pepas. Este año empezó con todo el verano encima y el sol no se fue hasta que las malas noches me pasaron la factura y estuve enferma bastante tiempo, “delicada de salud”, como se dice. Es feo sentirse vulnerable. Tan joven y tan achacosa y con tan poca fuerza. Mi salud se murió un poco también.
Luego tuve una discusión boba con una amiga de toda la vida. Que ya no quiso hablar más conmigo. Algo que creo que se hubiera podido arreglar si hubiéramos hablado, pero tengo para mí que yo no hice nada malo, no con intención aunque no sé si sin ella, no sé francamente que estaría pensando mi amiga y ahora creo que no lo sabré. No puedo decir que no me importa, pero tampoco puedo decir que iré a disculparme por algo que no hice. Me he vuelto vieja, ya no aguanto tantas pulgas, ya no dejo que me tiren piedritas, ya no puedo volver a pedir que alguien me quiera o me valore un poquito más, si no hacen todo eso -por más que duela- está lejos de mí.
Continuó también la telenovela del año pasado. He tenido mucho tiempo para pensar y me he dado cuenta que quizá nadie se compró mi pleito con un ex-good friend porque no tenían porque hacerlo (no por falta de amistad ni nada de eso sino que en realidad no tenían porque hacerlo, aunque yo hubiera esperado que…), pero si por lo menos deberían haber preguntado, haber escuchado mi versión para sacar sus conclusiones o simplemente no ponerse en el medio o simplemente no desaparecer (eso hubiera sido muy bueno), porque creo que todo el mundo se olvidó que yo también la estaba pasando mal.
Ahora el año está a punto de acabar, sé que el fin del 2009 se vendrá con fuerza, sé que el año terminará con explosión de una bomba atómica que me dejará llena de muertos y heridos. Se vienen tantos cambios tan difíciles. A mí que soy más que ningún hombre o mujer un animal de costumbres, patrones y agenda. No sé si pueda asimilar los cambios que se vienen, sé que tendré que hacerlo a la buena o a la mala. No sé si prefiero ser un ente en todo este proceso, alguien que no tiene voluntad ni palabra ni decisión ni opinión y que solo aceptará lo que venga chistando por dentro pero sin decir nada. Me da tanto miedo que llegue el fin de año, que yo no pueda correr más rápido y que igual me aplaste (y aplaste también mi corazón). Igual es bueno saber que no estoy sola en todo esto, que tengo a mi chico, que no se ha movido ni un ápice, que es como mi brazo o mi pierna, que me hace creer que el amor no es así como llenar un balde repleto de huecos sino como una casita de legos para armar. Ah, mi chico, mi novio favorito y el único. Mi hacedor de risas, mi represa de contención, el amigo de mi hermano, el consentido de mis papás, el que me calienta la cama y el corazón. Ah, mi chico, mi bastón, mi barquito en medio de la playa, el que me ayudará a llegar a este fin de año bien, o a huir o a correr o a cambiar o a lo que sea necesario por sentirme bien.